26 julio 2011

Alegato final

       Querido amigo, no quiero partir de vacaciones sin antes revolver un poco las memorias y esbozarte en estilo predeterminado los trazos del curso que acaba de terminar. Cualquier excusa es buena para invocar al pasado y ésta no es menos.  

Para aquellos que no me conozcan diré que soy un alma cavilante, viajera sempiterna y divertida extravagante que corretea de forma improvisada por la vida recogiendo flores y comiendo chocolate. Mi color favorito es el verde azulado (que es verde) y aunque esto te parezca irrelevante, para mí es importante. Creo en el amor a primera vista, en el destino y alguna bobería más. Este septiembre empezaré mi 5º año en la Facultad de Medicina y eso es mucho más lejos de lo que nunca pensé llegar. Tengo mi habitación repleta de fotografías; me gusta levantar la vista de mi mesa de estudio y creer que puedo revivir todos esos buenos momentos con amigos y familia, incluso con aquellos que ya no están conmigo. Hablo demasiado y escribo mucho más. Mi más preciado tesoro es esa pizca de felicidad que conservo en el bolsillo y mi mayor secreto... lo tendrás que descubrir tú. 

Cuando empezó el curso el septiembre pasado mi reloj biológico interno aún estaba lidiando con el jet-lag. Acababa de regresar de Londres, donde la hora es la misma pero todo lo demás... es completamente diferente a lo que yo conocía. Sin pensármelo demasiado me puse manos a la obra con lo que me esperaba: interminables horas de prácticas, estudio y trabajo duro non-stop. Pronto me percaté de que las reglas del juego habían cambiado; este curso no iba a bastar con 2 cafés de madrugada ni 2 domingos en la biblioteca. Tropiezos, tropiezos, tropiezos. Me gustaría decirte que ha habido una parte buena en todo ello pero no sería verdad. 

Aunque, por otro lado, debo decir que me sorprendió encontrarme en buena compañía en mi camino por el calendario. Sin querer pero queriendo hice nuevos amigos y rescaté algunos perdidos que lloraron y rieron conmigo. Juntos convertimos cada obstáculo en otra nueva aventura. Y lo seguiremos haciendo, porque aún quedan escollos y para eso están los amigos. Aquí al lado o más lejos, ellos sin saberlo forman piezas del puzzle de mi familia. 

Practicando practiqué que practicaba. Y con mi nuevo fonendo a mano recorrí los pasillos del hospital conociendo cientos de historias, aplicándome al máximo en cada planta, descubriendo cada departamento. Mientras, me dejaba sorprender por la cara más frágil, más severa y más tierna de la medicina.   

Pasé el curso esperando -escéptica, con una mano a la cintura y mirando el reloj- un cambio, un giro, un algo inesperado que me echara una mano (pero no al cuello) y a medida que pasaba el ecuador del año, veía también pasar las oportunidades ante mí sin ser capaz de estirar la mano para atraparlas. ¿Qué me pasaba?  Estaba muda de reacciones. Mientras yo me debatía con mi inseguridad, otros compañeros tomaban atajos (equivocados, pero al fin y al cabo: atajos). Y con el mal sabor de boca que dejan los sinsabores de la competitividad y el nepotismo no tuve más remedio que continuar jugando mis cartas hasta el final.

Un día, una voz amiga tuvo la insensata idea de decirme que publicara lo que escribiera. Con mis dudas empecé a compartir contigo algo más que un momento para café, alguna confesión y un aburrido parloteo sobre mí. En susurros te diré que escribo para que no se me olvide; para que me sobrevivan un día mis palabras y por el absurdo convencimiento de que alguien pueda no encontrarse solo al leer mis pensamientos: aquellos con los que reí, lloré o me enamoré... ¡con todos ellos!

Pero la recta final del curso no fue para nada igual a ningún otro año. La despiadada amenaza de la enfermedad sobre una persona querida y la sombra de problemas sobre la familia se sintieron como dardos directos al corazón. Dolió mucho. Y duele aún la herida reciente que ha de cicatrizar bajo las delicadas suturas del tiempo. Antes miraba atrás y cruzaba los dedos esperando haber madurado (aunque fuera un año); ahora me gustaría poder cambiar este corazón que me pesa como 28 años y canjearlo por algo de genuina inocencia. 

¿Y qué me espera ahora? Una playa de arena negra, noches de pub, una maleta por hacer y un mundo  entre tú y yo para compartir.

24 julio 2011

Inamigable

Amistad son lazos muy estrechos entre dos personas como tú y yo;
que se cuidan, que se completan, que se respetan.

El otro día (ayer) por la noche me regalaron un piropo nuevo: inamigable. Claro que, al ser producto de la embriaguez no le presté ni la más mínima atención pero...
Pensándolo mejor, es cierto que a veces me gusta ser un poco inamigable, esquiva, inlocalizable y concederme el beneficio de la duda para desaparecer y compartir si quiera unos momentos a solas con la vida. Antes que cualquiera, yo soy mi mejor compañera en este trayecto sin retorno ni posibilidad de cambio o devolución. Hay tantos sitios conocidos en los que me gustaría perderme.. y en cambio, tantos otros extranjeros en los que me gustaría sentirme nativa. 

20 julio 2011

Alguien como yo

Hay muchas personas con las que no encajo. No es que esté interesada en congeniar con ellos pero el no hacerlo me ha llevado a darme cuenta de que soy una persona singular, sin plural. 

Tomo una muestra representativa y reflexiono por ejemplo, al ver una guagua pienso sobre qué clase de personas son las que viajan en ella: gente mayor que acompaña a sus nietos, un grupo de jóvenes que van a la playa, parejas, hippies, trabajadores, dos amigas, una señora con bolsas de compra, más gente joven, una persona que lee en silencio ajena al mundo, una chica con unos papeles de la universidad...  

Y yo los miro sin sentirme identificada con ninguno; así me siento en este mundo. Claro que tengo amigos, pero son precisamente sus diferencias conmigo lo que más valoro de ellos, lo que me completa y les convierte en mis amigos

Entre tú y yo, creo que sólo busco alguien como yo, ¿existirá?  

19 julio 2011

Posdata

Ya terminó todo. Se acabó el curso. 
       Tanto tiempo queriendo que llegara este momento y ahora, me parece que estoy frente a un vacío repleto de nada. Pensaba que sería una experiencia liberadora pero de nuevo las vueltas de la vida me tenían preparada una sorpresa (desagradable). Espero que en algún momento me toque recibir buenas noticias. Pero de momento, entre tú y yo, parece que no... 

       Así que para despejar mi mente opté por el bricolaje. Decidí cambiar el color de mi habitación y el fin de semana me puse manos a la obra con la brocha, asegurándome de remendar bien las cicatrices de la pared y del corazón; desapareciendo las huellas pasadas y ahogándolas en el nuevo color. Mañana será un nuevo día; espero.

¡Feliz martes! 

12 julio 2011

engaña, miente, haz trampa

   Te cuento un secreto sobre mí: creo que todos somos buenos por naturaleza.
   Aunque en mi caso no me considero buena, más bien, ingenua; o al menos, lo era.

      
       En verdad, no sé en qué momento del camino decidí engañar al destino y convencerlo con mis sinceras mentiras de hacerle trampa a la vida. Puede que estuviera cansada de ver cómo los demás lo hacían y les funcionaba. Puede que estuviera cansada de esperar la divina justicia que nunca llegaba. Y antes que mirar la vida, compadeciéndome, prefiero utilizar todo el ingenio y una chispa de cinismo, cosecha propia.

       Pero reconozco que ando escasa de cinismo y siempre voy con lo justo para ocuparme de mis asuntos y mirar por mi propio beneficio; sin tocar a nadie más (en beneficio o detrimento) ni perjudicar a aquellos que no han cruzado antes la frontera de mi hipocresía.   

       Cuando no te cuentan algo para protegerte; cuando juegan en tu contra; cuando te sientas con los brazos cruzados esperando lo justo y la justicia toma la carretera en sentido contrario; cuando te cuentan una verdad a medias que casi siempre es mentira; cuando te hacen creer que no tienes una oportunidad que te pertenece... llega un momento en el que decides. Puedes quedarte a un lado, como un mero espectador de tu vida, indignarte y asentir con la cabeza o actuar.

        Yo voto por lo segundo. El que algo quiere, algo le cuesta. 
        Prefiero arriesgarme antes que vivir con la ignorancia que conlleva la incertidumbre.

     Atrás quedaron años de resignación. Ahora siento que juego en presente. Por delante el tiempo dirá. Y como pieza angular de mi estrategia... ¡shhh! sólo te diré que la información es poder. La gente es un libro abierto, casi como yo. 

¿Qué esperabas? Esto no es clase de ética.  
¡Feliz tarde!

Yo dije; él dijo

Todo palabras. Más volátiles que nunca, imperfectas como siempre.
¿Por qué en una discusión entre dos, el que habla más alto lleva razón?
       Aplícalo a la conversación que quieras; ya sea con un un amigo, con alguien que es algo más que un amigo, con un profesor, jefe o un completo desconocido. A mí no me ha pasado pocas veces. Conmigo va el signo de la discordia y a menudo suelo disfrutar de una buena polémica... hasta que el otro tiene razón. Entonces es hora de una retirada digna y se acabó. Admito que él tenía las de ganar. Rara vez elevo el tono de voz (no grito, a menos que me vea obligada). Razono a partir de aquello que sé, aunque no lo pueda demostrar. Y sobre todo, por encima de todo, no me escudo en falsos pretextos ni jerga infantil del tipo "porque no" y "porque sí".

       Impertinente... sí, entre tú y yo, soy un pelmazo de mujer.


       Creo que tener diferentes puntos de vista y defender cada uno el suyo es algo totalmente sano, deportivo y necesario. Respeto a mi oponente y he aprendido a aceptar los dos posibles resultados de cualquier debate (ganar y empatar). Vale, lo admito... me gusta discutir. Pocas discusiones pueden desconcertarme. Pocas personas pueden hacerme perder la paciencia, amasada pizca a pizca a lo largo de los años. Pocos asuntos pueden exaltarme de manera importante. 

       No es ya a nivel personal sino académico más bien, donde me he encontrado en situación de conflicto. La piedra en mi zapato se llama sugestión de prestigio. Esto sí que es un problema para mí -saber que mi palabra no significa nada "porque no". Qué necedad por nuestra parte haber permitido que algunas personas crean que juegan con el factor autoridad a su favor y que éste les confiera alguna clase de poder especial "porque sí". El único juego posible es tu palabra contra la de él; y si dice "yo no dije eso" más alto que tú, ya sabes lamentablemente, quien tiene las de perder... 

Por supuesto, la culpa es mía. 

       Por pensar que vivía en un mundo de personas cuya valía no se medía ni se enmarcaba para colgar en la pared; por pensar que podíamos tener una lucha de iguales; por pensar que la justicia era ciega cuando a veces, te mira por encima del hombro. Sin duda sé que dos no discuten si uno no quiere pero, por favor, nunca quieras ganar una pelea conmigo por el "yo no dije eso" si sabes que lo dijiste.     

¡Feliz martes!

08 julio 2011

Segundas oportunidades

       Seguro que todos tenemos algo que lamentar: no haber escogido aquella otra carrera, no haber comprado aquel vestido en rebajas, no haber participado en aquel concurso, no haberle dicho te quiero... Y seguro que todos soñamos con que se nos conceda una segunda oportunidad.
       Pero, ¿qué quieres que te diga? A lo largo de los años me he ido cansando de esperar esa nueva oportunidad y mi actitud al principio receptiva se ha ido convirtiendo en más bien, pasivo-conformista. Por eso, cuando las cosas no me salen bien simplemente me digo: puedo aprender la lección (y de hecho, la mayor parte de las veces la aprendo). Me muerdo el remordimiento de pensar en aquello que pudo ser y no fue; reconozco que cometí un error y enmendarlo/superarlo/olvidarlo será sólo cuestión de tiempo.

       Poco a poco, este mismo patrón se repite y así se convierte en rutina y la rutina moldea nuestro carácter. Aceptamos abiertamente que nuestros fallos sólo se pueden resolver con una nueva oportunidad que es difícil de conseguir; qué injusta es la vida que no nos permite avanzar, obtener más. Una vez más proyectamos nuestras faltas y libramos nuestras espaldas de la pesada carga de la consciencia y de la responsabilidad de nuestras malas decisiones. 
Y nos escudamos en este argumento; como si fuera creíble. 
De hecho, nos lo creemos. 
       Hasta que, de repente, un día cualquiera la vida te regala la oportunidad de enmendar un error pasado y empezar de cero. Llevas tanto tiempo concienciándote de que no vas a recibirla que, cuando llega, te quedas perplejo. Pero no lo dudes un instante, no juegues con la caprichosa parcialidad del destino y acéptala. Si te llega, ¡no la dejes escapar! Somos los peones del Universo: cruzamos el tablero de casilla en casilla, solitarios, en silencio; pero lo cruzamos.
Entre tú y yo, si algún día nos toca avanzar el doble 
será porque la jugada vale la pena, ¿no crees?
¡Buena partida! 

05 julio 2011

Preparados, listos, ¡ya!

Tengo un grave problema de cara a mi profesión: no soy para nada competitiva. No es ironía; no soy competitiva. 

         La sobre-preocupación de esas personas que se auto-exigen lo más y lo mejor no significa nada para mí. Me quito el sombrero ante ellos y sus logros, eso sí; pero no inspiran en mí el más mínimo sentimiento de competitividad. Por alguna extraña naturaleza mía, cuando me encuentro en una carrera mi táctica es inconscientemente, dar un paso atrás y facilitarle a los demás la vía.

       Algunos me podrán señalar muy suspicazmente que por alguna razón acabé en Medicina. Claro, porque estudiaba... pero no más que los demás ni con mayor presión. Y como llegados a este punto habré contribuído a crear unos cuantos deb-escépticos, a ellos les ilustro con el siguiente anécdota mis argumentos. 

       Un verano siendo yo pequeña, mi madre me apuntó a un cursillo de natación. Creyó -y estaba en lo cierto, que ya era hora de que aprendiera a darle a los pies y a las manos por mi cuenta. En definitiva esto sólo propició que me pasara un mes completo chapoteando con el resto de niños en la piscina. Aprendí a nadar, por supuesto (tampoco es que fuera muy complicado), ayudada con una tabla de color azul (seguro que sabes a cuál me refiero). 

       El último día de agosto, para dar por finalizado el curso, se dedicaba la jornada a realizar juegos en la piscina y ¿cómo no? Una carrera. Delante de todas las orgullosas madres y demás espectadores varios, ¡qué vergüenza! Pero era pan comido: sólo había que tirarse de cabeza, nadar hasta la otra orilla y volver. El premio era una palmadita en la espalda del monitor, un achuchón de tu madre y a lo mejor, un helado del kiosko.  

       Allí estábamos todos, de pie junto al borde de la piscina con nuestras tablas en la mano. Miré hacia atrás y vi la expectación que causábamos en el público; era tremendo. Nuestro monitor nos dio un toque de atención (nos metió un grito) y al momento se preparó a tocar el silbato. Sonó. Y todos los niños saltaron con rapidez al agua. Todos menos yo... que en ese momento me quedé hipnotizada pensando por qué había que colocar los brazos estirados. Para mí ese momento era tan bueno como otro cualquiera para preguntármelo pero como no sabía la respuesta me giré hacia mi monitor y se lo pregunté a él. Él sólo me dijo: ¡lánzate! Y así lo hice...


Un genial salto en bomba, poco competitivo pero ¡divertidísimo!

       Ya ves, eso es lo mío. Poner toda mi pasión en aquello entre tú y yo que me apasiona y disfrutarlo. Todo lo demás, me sobra. Y por esto antes de que te cueles, te dejaré pasar. Antes de que suspendas, te chivaré la respuesta correcta y luego yo me equivocaré al marcarla. 

¡Feliz chapuzón!

03 julio 2011

En 1 segundo

... pueden ocurrir muchas cosas. 
En un momento estás bien y al siguiente estás encajando una mala noticia. Sostienes el golpe como puedes; incluso tratas de sonreír. Entonces recibes otro. Exhalas un suspiro interminable. Y cuando menos te lo esperas, la vida te golpea otra vez. Esto te cambia la cara y el color del alma. Evalúas las puertas que se te han cerrado, lo que pierdes y las oportunidades que no tendrás. Tienes miedo. Te preguntas cómo ocurrió, cómo te sientes y cómo lo sobrellevarás; pero no te vienen las palabras. Mueren mil planes y objetivos que tenías en mente y que ya no podrás realizar; los ves desaparecer. Difuminas las sombras con lágrimas y matizas con dolor tu expresión. Sientes la impotencia de quien no puede nadar contra la poderosa corriente de la vida y sólo... se deja llevar.

Es ley de vida adaptarse y cambiar pero entre tú y yo, no hay sitio para ello en este segundo.