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06 diciembre 2019

Linda Dara

Tan ordenada. Tan meticulosa. Tan "Linda". 
Todavía no se explica cómo pudo pasar. La semana anterior había perdido su posesión más valiosa: un anillo de oro con un delfín. Una horterada antigua, pero valiosa. No sabía cómo, se lo quitó momentáneamente para lavarse las manos en el baño y ahí se le quedó. En su trabajo, como administrativa en el mostrador del Centro de Salud, está constantemente dando la mano a la gente y tocando "cosas". Encima esa semana había ido a un taller de lavado higiénico de manos. Y mira. Va y se le olvida el anillo. 

Por supuesto, cuando se percató de que no lo llevaba en la mano corrió al baño a buscarlo. Por supuesto, no estaba.

Buscó hasta debajo de las piedras. Preguntó a toda persona, mujer, que pudiera haber pasado por ese baño. En teoría era sólo para uso del personal, eso reducía las posibilidades. Las limpiadoras del centro no lo habían visto. Fracaso. Esa semana sólo colocaron en la caja de objetos perdidos un sonajero encontrado en el área de Pediatría y una bufanda gris claro. Ni rastro del anillo. ¿Y si ponía un cartel en el office? Lo de las recompensas suele funcionar. Además, por alguna extraña razón, tenía la clara intuición de que lo iba a encontrar, de que lo tenía más cerca de lo que sabía. Por si sí o por si no, ella rastreaba con los ojos entrecerrados a toda fémina que se acercaba por ese baño.

A estas alturas, una semana más tarde, ya veía delfines por todas partes. Hasta había visto en la teletienda un modelo similar, más lujoso, con un delfín que saltaba sobre una pequeña amatista. Pero su anillo era su historia. O, al menos, la de su madre. Porque eso fue todo cuanto su mamá se trajo de Cuba cuando se marchó. Vino con un billete de ida, un anillo envejecido, con una hija y sin marido. Eso había sido su madre: un delfín que cruzó el charco y acabó al otro lado del océano. Tenía que encontrar ese anillo como sea. 

***

Lo que no recuerda Linda es que el anillo lo había guardado en el bolsillo izquierdo de su rebeca azul, la del Servicio Canario de Salud que se pone en el trabajo los días de frío. Allí la tiene colgada en la percha de su taquilla. Al final de esta semana, seguramente, se la llevará a casa para lavarla como siempre. Espero que ese anillo haga mucho ruido en su lavadora. 😉

28 mayo 2019

Agridulce

Porque no sé de qué otra manera puedo llamar a esta no-despedida. 
No puedo dejar de contarte cómo fue la partida de mi Centro de Salud; ese sufrido consultorio que me ha visto pasar de medicoblasto asustado a médico residente o "resistente" a medicucha de familia.

Como toda batalla que está llegando a su desenlace y pasa por esa fase de tensión. Agrio. Yo me encontraba con el siguiente panorama: mi tutora ya había dado su voto de confianza definitivo y me había permitido (si no, empujado a) asumir la consulta por mí sola durante los últimos 15 días de trabajo bajo estrecha supervisión pero sin contar con ayuda para aprender a "gestionarme". Eso incluía: la consulta con una agenda de 36 pacientes citados, tramos de incidencias, informes, domicilios y los "extras" (esos pacientes sin cita que necesariamente tienes que ver tú y pueden llegar a ser hasta 12 ó 15 al día). Partes de baja/alta laboral, recetas, efectos inesperados a medicamentos, altas hospitalarias después de largos ingresos, cirugías inminentes o, desgraciadamente, neoplasias de reciente diagnóstico. A todo hay que hacerle su hueco.

Yo creo que no lo llevaba mal, como residente uno aprende mucho mediante el ensayo-error y, como le dije a mi tutora, entiendo que "a veces está bien estar desbordado, así uno ve de lo que es capaz". Lo que no estaba planeado era un giro en la historia. Mejor dicho, un giro en las ruedas del coche por una absurda distracción que me envió directamente a la cuneta de la autovía cuando iba una tarde al trabajo. ¡Un susto! Por suerte la chapa del lateral izquierdo recibió todo el impacto y estoy agradecida porque el único daño que hay que lamentar fue el que sufrió mi tarjeta de crédito tras los arreglos. Dulce. Este pequeño incidente ocasionó que pasara mis últimos días de trabajo con baja laboral, dolor cervical en rehabilitación y una sensación entre agria y dulce de susto, escasa frustración por no poder ni despedirme y, a la vez, un gran alivio porque puedo contarla sin secuelas.

De hecho, yo estoy mejor y mi pequeño ya está fuera del taller y con su primera revisión de ITV hecha. Un final a lo Juego de Tronos: poco épico, un poco así, de aquella manera... agridulce, pero igualmente un final.

Ya sabes: disfruta de la semana, se feliz  y...
 ¡ten cuidado en la carreteeera! 

16 junio 2015

Interruptores

(No me refiero a los de la luz).
Hay personas que tienen la necesidad -casi fisiológica, de interrumpir una consulta en curso. No sé con certeza si es debido a una carencia de atención en su casa o simplemente la falta de respeto hacia los demás. En cualquiera de los casos, no lo entiendo. No sé por qué alguien piensa que tiene permitido irrumpir en la consulta mientras el médico está atendiendo a otro paciente (si no es por una urgencia). Igual el problema está en este último concepto. Tal vez el desconocimiento les hace pensar a los interruptores que están ante una urgencia, cuando en realidad es sólo una gripe. 

Mi pregunta es: si ya te hemos dicho que no es una urgencia, ¿por qué sigues interrumpiendo la consulta?. Puede que el paciente al que no has dejado hablar nos estuviera contando la muerte de un familiar, o le estuviéramos haciendo una exploración ginecológica o estuviera llorando por querer quitarse la vida. No pienses que exagero, estos tipos de consultas son más frecuentes de lo que crees. Sé que es cansino esperar tu turno por fuera de la consulta. Pero piensa que no me estás perjudicando a mí, sino a los otros pacientes. No nos quites los minutos entre ellos y yo
Y, POR FAVOR, si ya te hemos atendido no vuelvas a interrumpir la consulta. 
PD: no interrumpas nunca una consulta a no ser que sea una urgencia.

20 mayo 2014

Voces del pasado

El otro día a mi padre se le rompió el teléfono del trabajo y en la empresa le dieron una blackberry. Él es anti-tecnología aunque yo ya le he repetido mil veces que no puede luchar contra el progreso. El caso es que no controla los móviles y menos uno táctil, como el que le dieron. Pero no le quedó otra salida, tiene que estar comunicado; así que tuvo que escuchar estresado mi tutorial sobre el manejo rápido y fácil del smartphone. Esto fue la tarde antes de la prueba del ECOE.

El primer problema que encontró fue que, aunque había metido su tarjeta SIM, no podía ver los contactos guardados. Nada, di un par de vueltas por los botones y conseguí que le aparecieran. Entonces aprovechó la ocasión para hacer una limpieza de contactos y algo muy curioso ocurrió. Encontró por casualidad un número de teléfono, de una persona que había sido muy amiga mía antes de la postguerra (3º Medicina). Por aquel entonces, yo no tenía contrato de llamadas y casi siempre estaba sin saldo en el teléfono. Así que no me extrañó que tuviera aquel número guardado, posiblemente de alguna ocasión en la que utilizara su móvil para llamarla. 

Yo le dije que borrara el contacto, que yo no lo iba a necesitar y que, con total seguridad, ella habría cambiado de número. Qué aburrida sería la vida si no te derrumbara tus teorías a cada rato. La cuestión es que di por hecho que el número sería ahora el de nadie y lo utilicé para enseñarle a llamar. Le di al botón de llamada y para terminar de mejorarlo, ¡al del altavoz! ¿Por qué las blackberrys no tienen el botón rojo para apagar las llamadas? Entonces, sonó la voz de ella: "¿diga? ... ¿sí?". Sudé tinta china unos segundos hasta que di con el botoncito de las nari... y pude colgar. Fue un susto. Creo que esperaba cualquier cosa, menos que contestara. Escucharla al otro lado del teléfono, como había hecho tantas veces hace años, me dio una mezcla de intriga y nostalgia. Por un lado, me hubiese gustado hablar con ella; por el otro... suerte que encontré ese botón. Remover el pasado entre tú y yo nunca fue mi pasatiempo preferido. Y menos contactar con mis fantasmas particulares. 
Di por concluida la clase cuando mi padre encontró él solito el botón de la cámara y se puso a sacar fotos con la blackberry. Yo no fui tan rápida, me costó algunas cavilaciones más poder pasar a otra cosa.   

01 mayo 2014

La chispa vital

Hace unas semanas tuve un seminario práctico de Reanimación Cardio-Pulmonar (RCP para todos). El objetivo de realizar este taller es prepararnos para una prueba que tenemos que pasar antes de acabar con la carrera, al menos en nuestra Universidad (ULL), el famoso y temido ECOE (Examen de Competencias Objetivo y Estructurado). Viene a ser un examen práctico basado en "estaciones", una de cada especialiadad y en total unas 20 creo, para las cuales tienes 6 minutos. En cada una hay que cumplir una serie de objetivos. El otro día vinieron a explicarnos en qué consistía. 

La sistemática es la siguiente: en una de las plantas del edificio de Consultas Externas tienes que ir avanzando, puerta a puerta, por las distintas estaciones. Te colocas delante de una puerta, lees las instrucciones que hay escritas en un papel pegado allí y al sonar un silbato, entras. Empiezan a contar tus 6 minutos. Lo que se nos pide es por ejemplo, que hagamos una historia clínica o una exploración física, diagnostiquemos ECGs, radiografías y otras tantas pruebas, valoran nuestra comunicación con el paciente o familiares (para esta parte nos ponen a unos actores haciendo de enfermos), que sepamos dar puntos, RCP básica, hacer citologías, sondar pacientes, interpretar fondos de ojo u otoscopias, que sepamos activar un Código Ictus... No voy a aburrirte ahora con todo lo que dan por hecho que sabemos hacer, porque ni yo misma he asimilado aún todo lo que me tengo que preparar mentalmente para ese momento, que será dentro de ¡¡¡¡1 semana!!!! 

Total, lo que me interesa contarte hoy es que en ese taller práctico nos enseñaron en qué consiste hacer una RCP básica (ya pueden estar tranquilos, ciudadanos, que si alguno se "para" por la calle, puedo hacer una reanimación medianamente eficaz... pero mejor no se paren, o si lo hacen, que sea al lado de un desfibrilador). Resulta que me pasé todo un sábado, desde las 9am hasta pasadas las 3pm en el taller. Fue allí, en el antiguo CECS de la facultad (Centro de Estudiantes de Ciencias de la Salud, más conocido como billar o sala de ping-pong) que ahora son las "Aulas de Habilidades" (antes también lo eran). No te creas que no fue emocionante, después de un ratito de teoría nos pusimos manos a la obra literalmente. Una amiga me preguntó si hubo algún anécdota. Pues no sé qué decirte, igual te parece divertido que casi me desmayara después de estar dando masaje cardiaco a un muñeco durante 4 minutos -según me contaron (porque yo estaba demasiado reventada como para mirar el reloj). Cuando habíamos terminado con el masaje y el desfibrilador automático pasaron a enseñarnos a intubar. Eso fue demasiada metralla para mi cerebro hecho papilla. Casi me caigo al piso. Tuve que salir de la sala y me acompañó mi compi L. y uno de los monitores. Me tumbé con las piernas en alto y desayuné. El resto de mis compañeros no tuvieron tanta suerte porque no hubo descanso hasta que nos marchamos, a las 4 de la tarde. Dar Soporte Vital Básico es muy duro. 


Luego hubo una práctica por grupos en las que se simulaban situaciones de la vida real, pero ya en una sala o "cuarto de paro" del hospital. Tenían allí un "carro de parada" -como los llamamos, con desfibrilador de verdad y todo. Fui una de las afortunadas en pasar por las "palas" y aprender a dar descargas de 200 julios a la gente (inconsciente y que no respira). Guau. Eso sí que estuvo bien. Fue muy emocionante aunque me daba un poco de pánico pensar que en cualquier momento podía pegarle una descarga a alguien sin querer. Aún así al final, después de todos nuestros esfuerzos, el paciente se nos murió porque hizo una asistolia que lo mandó al otro barrio (RIP)

Qué vamos a hacer, no siempre se puede ganar... Lo importante es saber qué hacer entre tú y yo y tener ganas de probarse a uno mismo. 

     Puede que la próxima vez...

03 marzo 2013

Pushed

No tienes la sensación a veces de que, hay cosas que, por mucho que las intentemos cambiar, siempre vuelven a ser de la misma manera. No importa lo lejos que vayas para cambiarlas, al final vuelven a ser como eran, como siempre fueron, como tú y yo sabemos que deben ser. Cuando veo que me ocurre algo así, no puedo evitar pensar que estaba determinado. Ya sé que es una tontería pero a veces, dejarse llevar por los impulsos de uno mismo puede formar parte de un plan mayor. 

29 diciembre 2012

Pide un sueño

Pídelo sin más. Porque es gratuito soñar. Porque puede hacerse realidad. Porque hacerlo te convierte en mejor persona; abre tus puertas a la oportunidad y a lo que está por llegar. Nunca conseguirás aquello que no está en tu mente. Aún cuando pase ante tus ojos, contoneándose con evidencia, si no está entre tus ideas alcanzarlo, igual de fortuito que llegó se irá. No permitas esto último. No vivas vagabundo de ideas y proyectos. Haz tu lista de propósitos y verás con qué facilidad encaminas tus pasos -sin dudarlo y casi sin quererlo, hacia donde quieres. Sin distracciones ni trucos de magia. Verás qué sencillo es trazar la recta que se extiende entre tus sueños y tú. Pero para eso antes debes formular tu deseo...

19 junio 2012

Orgullo y prejuicio

Con mi recién estrenado tiempo libre he decidido hacer algo de provecho. Así que ayer estuve un buen rato dando vueltas por Facebook. Eché un vistazo a las últimas actualizaciones de mis contactos, a las numerosas fotos de playa, excursiones y fiestas varias. Guau. Yo aún no he tenido tiempo de llevar a cabo mi plan de pasarme por la biblioteca a buscar el libro más gordo que encuentre (que seguramente será Los Pilares de la Tierra) y ya la gente ha hecho todo eso. Bueno, pero a lo que yo iba... resultó que entre las fotos de mis amigos encontré una cara conocida. 

Se trataba de una chica un curso mayor que yo, a la que, por motivo de estudios había visto mucho durante el último año: es la primera en entrar a la biblioteca cada día. Y no contenta con eso es la guardiana del silencio hasta que se marcha, bien entrada la tarde. Esto no me molestaría si no fuera porque aún conociéndome, me manda a callar igual que a una hormonada estudiante adolescente cuando comento algo con mis compañeros. Al principio no tenía motivos para ser tan antipática conmigo (y con todo el mundo) hasta que casi la atropello un día en el parking de Medicina. ¿Qué quieres? Salió a toda mecha detrás de una furgoneta con cristales negros. Meses y meses viéndonos a diario y nada, ni un triste hola. Quien dijo que el estudiante de medicina tiene espíritu comunicativo no conoce a esta chica. En la foto en la que la reconocí ni siquiera estaba sonriendo y eso que estaba rodeada de amigos. Tenía la misma cara estresada que llevaba siempre. Recordé la última vez que nos vimos: yo entraba a los servicios de la biblioteca (que asco de vida tengo) cuando justamente ella salía, casi nos chocamos. ¿Tú oíste cómo dijo hola? Porque yo tampoco. Será una de esas personas que no hablan con desconocidos ni conocidos. A lo mejor, inconscientemente, se aisla en su burbuja sin creer necesaria una mínima comunicación con el mundo exterior. A lo mejor, ella es así. Pero es que, por alguna razón, yo creía que eran características humanas la empatía y la simpatía. 

Lo más probable es que sea alguien excepcional y entre tú y yo esté sesgando su persona con mis comentarios pues nadie me manda criticar sin conocer. Pero es inevitable que sienta un cierto resquemor por su orgullo, que hiere el mío, cuando me parece ser invisible ante los ojos de alguien que, siendo como yo, se cree lo bastante alto como para no verme. Estoy aquí, gracias.