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02 diciembre 2020

Entre sus brazos

El mayor sueño de Delia se vino a cumplir este año 2020. 
Al fin su hijo Jorge había sido padre. Después de un parto casi tan largo como una vida, había llegado al mundo una niñita pequeña y pecosa a la que llamaron Lucía. Desde ese momento el corazón de Delia le pertenecía. 

Suspiraba cada día por verla crecer, poder comprarle ropa y juguetes. Que no le falte de nada. Cada día mira sus fotos preguntándose si no es la cosa más bonita que haya visto. Está enamorada de esa niña tan preciosa. Y a la vez se acordaba tanto de cuando ella misma había sido madre y había fantaseado con tener una niña. Pero el destino quiso que tuviera solo a Jorge como único fruto de un matrimonio roto. Él los había abandonado un triste mes de diciembre. 

Por suerte, su hijo Jorge no había salido a su padre. Creció feliz, era un niño muy estudioso y cuando hubo que elegir carrera, eligió la psicología. Siempre fue muy divertido, de esa clase de persona que sabe mostrarte la luz cuando estás perdido. A Delia siempre la ayudó poder contar con él. Pero un buen día, arrastró una maleta hasta la puerta diciendo que “salía a buscar su futuro”. Nunca prometió que volvería. Luego conoció a su mujer en Hamburgo: una chica alemana tan graciosa y abierta como él. 

Ahí es donde viven, ahora junto a la pequeña Lucía. Luz de sus vidas. 

Después de todo, Delia lamenta que su nieta haya nacido este año. Ella vive en la calle que hay detrás de este Centro de Salud, a un paso de la farmacia. Con todo esto del COVID aún no ha podido ir a visitar a su hijo a Alemania porque, además, es paciente de riesgo. Así que no hay día que no se asome a la ventana esperando volver a ver aviones pasar o imágenes de aeropuertos otra vez llenos de vida en las noticias. 

Delia tiene ya varias bolsas de regalo guardadas, la maleta en la puerta y el alma en vilo, esperando. Todo para cuando se puedan volver a ver y pueda, por fin, tener a la pequeña Lucía entre sus brazos.

15 noviembre 2020

Un café desparramado

Así resumiría este fatídico año 2020, con mi último café: amargo y desparramado. 

En las fechas que rondamos se respira un aire entre seco y extraño. Por una parte se siente esta pesadez calmosa que dejó tras de sí la segunda ola de COVID19 que tuvimos en verano y, por otra, la agitación de unas navidades apresuradas que se anticipan a la vuelta de la esquina por miedo a un nuevo confinamiento. No hay forma de encontrar el equilibrio y eso me pone de mal humor. 

No se puede ir muy lejos y cuando vas por la calle ves demasiadas persianas echadas y carteles de "cerrado" que conlleva que la gente se deprima y acabe amontonada en los mismos sitios de siempre: los centros comerciales. Justo lo que hay que evitar. Ante esto, y para llevar la contraria como siempre, he optado por echarme a la calle a descubrir. Manos a los bolsillos y ojos abiertos. 

Para mi dicha, mi búsqueda ha dado resultado. 

Resulta que el otro día, con la poca batería que me quedaba en el móvil, localicé una de esas cafeterías -superviviente, de las que aún quedan abiertas por la zona centro y elegí sentarme exactamente en la misma mesa desde donde estoy escribiéndote estas palabras. Te encantaría. Lo sé porque a mí me encanta. 

Parece una broma de esta ciudad que sigue haciéndome guiños para que me quede para siempre. Ahí, a un paso de la playa hay un local tan poco común y tan pintoresco que parece sacado del mismo París. Con sus cómodos sillones estampados que no pegan ni con cola, sus sillas de madera, sus cuadros clásicos, un par de lámparas de araña y un hilo musical con notas suaves, lejanas. Ideal para mis pensamientos, para esos días en los que no soy médico, ni hija, ni pareja ni amiga. No hay nadie más, solo yo. Lo más irónico es que es el sitio perfecto para mi café porque se trata de La Cafetera.

Se podría decir que este rincón me salvó. Me rescató cuando estaba a punto de caer en el vacío oscuro de ese ronroneo mental absurdo que no va a ninguna parte y además evitó que muriera de hambre.

Ojalá pronto podamos subirnos a un avión y volar lejos, pero por ahora nos toca hacerlo con los ojos cerrados. Cuídate, busca el rincón para tus pensamientos y bébetelos. 

06 diciembre 2019

Linda Dara

Tan ordenada. Tan meticulosa. Tan "Linda". 
Todavía no se explica cómo pudo pasar. La semana anterior había perdido su posesión más valiosa: un anillo de oro con un delfín. Una horterada antigua, pero valiosa. No sabía cómo, se lo quitó momentáneamente para lavarse las manos en el baño y ahí se le quedó. En su trabajo, como administrativa en el mostrador del Centro de Salud, está constantemente dando la mano a la gente y tocando "cosas". Encima esa semana había ido a un taller de lavado higiénico de manos. Y mira. Va y se le olvida el anillo. 

Por supuesto, cuando se percató de que no lo llevaba en la mano corrió al baño a buscarlo. Por supuesto, no estaba.

Buscó hasta debajo de las piedras. Preguntó a toda persona, mujer, que pudiera haber pasado por ese baño. En teoría era sólo para uso del personal, eso reducía las posibilidades. Las limpiadoras del centro no lo habían visto. Fracaso. Esa semana sólo colocaron en la caja de objetos perdidos un sonajero encontrado en el área de Pediatría y una bufanda gris claro. Ni rastro del anillo. ¿Y si ponía un cartel en el office? Lo de las recompensas suele funcionar. Además, por alguna extraña razón, tenía la clara intuición de que lo iba a encontrar, de que lo tenía más cerca de lo que sabía. Por si sí o por si no, ella rastreaba con los ojos entrecerrados a toda fémina que se acercaba por ese baño.

A estas alturas, una semana más tarde, ya veía delfines por todas partes. Hasta había visto en la teletienda un modelo similar, más lujoso, con un delfín que saltaba sobre una pequeña amatista. Pero su anillo era su historia. O, al menos, la de su madre. Porque eso fue todo cuanto su mamá se trajo de Cuba cuando se marchó. Vino con un billete de ida, un anillo envejecido, con una hija y sin marido. Eso había sido su madre: un delfín que cruzó el charco y acabó al otro lado del océano. Tenía que encontrar ese anillo como sea. 

***

Lo que no recuerda Linda es que el anillo lo había guardado en el bolsillo izquierdo de su rebeca azul, la del Servicio Canario de Salud que se pone en el trabajo los días de frío. Allí la tiene colgada en la percha de su taquilla. Al final de esta semana, seguramente, se la llevará a casa para lavarla como siempre. Espero que ese anillo haga mucho ruido en su lavadora. 😉

Salvador

Antes de acabar el año, y para llevar la contraria al mundo, Salva acababa de apuntarse en un curso de yoga para principiantes muy cerca de su casa. 
Básicamente porque temía que, si esperaba al Año Nuevo, el yoga fuera otro de esos objetivos vacíos en listas llenas de propósitos que al final quedan en nada. Su mayor preocupación era que alguien lo reconociera o que coincidiera en su clase con algún vecino que tuviera la lengua demasiado ligera. Total, el yoga era para mujeres. Y él de mujeres no quería saber nada. Bastante tuvo con el divorcio en 2015. "Un acuerdo redondo", lo calificó su abogado. Y eso que no pudo quedarse ni con el perro. Sus amigos, los pocos que se quedaron a su lado, sintieron lástima y envidia hacia él a la vez: "te ha desgraciado", "vas a ver que de esta se sale", "soltero otra vez, va a ser la mejor época de tu vida", "si yo fuera tú...". Por supuesto él se encargó de celebrarlo, cuando todo estuvo firmado, sin armar mucho escándalo: emborrachándose dignamente un par de veces (por semana) sin acabar vomitando ni detenido. Después, vino aquella época en que lo único que quería era estar en el sillón. Tirado, como un vagabundo, con el mismo pijama, con barba y olor a humanidad, comiendo lo que su santa Madre le llevaba cada semana. 

Ahora había decidido que todo eso pertenecía al pasado. Al igual que esa blusa que su mujer se había dejado olvidada en el fondo del armario. Ex-mujer. Este año que se iba agotando cerraba, por fin, el capítulo de Laura partes 1 y 2 (y 3, y 4). Cuatro años de post-guerra. Pero había sacado la bandera blanca y la estaba ondeando en lo alto.

No sé si fue que el frío le envió más sangre al cerebro o que se acercaba la Navidad lo que le llevó a dar el paso. Lo que importa es que hoy se siente satisfecho con su decisión de haberse apuntado a esta clase de yoga de los martes y sábados. Por qué no. Vio el anuncio en el tablón de corcho que hay en la entrada de su edificio, al lado de la lista de morosos, y algo captó su atención. Por probar algo diferente. "Equilibra tu cuerpo y tu mente, hazlos más fuertes y más flexibles en Yoga. Confía en ti mismo y además ten más diversión en tu vida". Allá vamos. 

Era sábado, su primera clase. Llegó puntual, cruzó la puerta grande al mismo tiempo que un grupillo numeroso. Se descalzó y colocó los zapatos en la estantería blanca que hay a la derecha. Cogió una de las colchonetas negras y buscó algunos metros de suelo libres donde poder extenderla. Varias personas que se marchaban estaban aún despidiéndose de John, el monitor. Él permaneció en el sitio, imitó al resto de la clase y se sentó con las piernas cruzadas, una encima de la otra, expectante. Miró al frente y allí estaba: la presidenta de su comunidad de vecinos, Ana. La divorciada, guapa y graciosa, Ana. La que todo el edificio había elegido por mayoría absoluta como presidenta porque era la más inteligente y encima médico, Ana. Él no valía ni una caja de chicles al lado de ella. Mierda, le había reconocido.
Claro, cómo no, si viven en el mismo edificio. La verdad es que él también la había elegido. Porque, de todo el bloque, era la única que sonreía cada vez que se la cruzaba. Y eso le gustaba, le daba tranquilidad. Ella le estaba sonriendo también, desde su colchoneta, como señal de reconocimiento. 
Bueno, parece que esto del yoga puede resultar interesante...

03 diciembre 2019

Madre e hija

Claudia Tremblay Studio

Paula, 11
Su madre la acercó con el coche hasta el paso de peatones que hay frente al instituto, como de costumbre. Eran las 8 en punto y un grupo grande de jóvenes de su edad cruzaba en ese momento hacia la entrada. Hoy tocaba examen de Biología. Paula se bajó del coche con la mirada perdida y se despidió. Cerró la puerta y esperó en la acera hasta que su madre arrancó el motor y se marchó. Cuando ya no veía su coche aprovechó para quitarse rápidamente las gafas y guardarlas en el bolsillo de la chaqueta. Estúpidas gafas. Prefería ver a medias y tropezarse con las mesas de clase antes de que la llamaran "gafotas" otra vez y tuviera que irse al baño a llorar. Sobre todo delante de aquel chico que la semana pasada había pasado por su lado, casi rozándola, al entrar a la clase de Matemáticas.

Pino, 42
Su hija iba callada esa mañana en el coche, como de costumbre. Estos adolescentes. No puede saber uno lo que están pensando en esas cabecitas. La dejó en el paso de peatones y Paula se despidió con el gruñido típico. Ella se lamentaba por no poder pasar más tiempo con su hija pero nadie sabía lo que era ser madre soltera. Debía trabajar mucho para conservar sus 3 trabajos y poder afrontar así el pago del alquiler, los gastos del mes y el coche. Todo esto pensaba mientras arrancaba, dejando a su hija en la acera en la puerta del instituto. Ah, y a ver si pedía cita al médico para que le mandara algo para dormir porque llevaba una semana sin poder pegar ojo y tenía dolores por todas partes. Eso sí, de lo que estaba realmente orgullosa era de una sola cosa: de haber podido comprar a plazos unas gafas buenas de vista a su hija. A ver si así, y ojalá salía estudiosa la niña, podía llegar a algo en la vida. No como ella. Igual ahora no lo sabía apreciar, pero algún día vería cuánto la quería su madre.

Quedaban 2 semanas para Navidad: esas gafas eran su regalo, adelantado.

02 diciembre 2019

Dolores

Aquella mañana se le hizo tarde para echarse su perfume favorito y luego lo lamentó. Con prisas, recogió lo que había dejado preparado sobre la mesa: unas carpetas llenas de informes médicos. Debía llevárselas todas, no sabía si el médico le pediría alguna esta tarde. Iba a ir directamente al salir del trabajo. Otra vez sin comer.

De pasada se fijó en su aspecto en el espejo de la entrada. Tenía los ojos rojos. Sólo pedía una cosa: que no se notara que había estado llorando anoche, durante largo rato, después de que se marchara P. Encima hoy sus compañeros en el trabajo le volverían a preguntar si iba a traerlo a la cena de navidad de la empresa, porque todos iban con sus parejas. Podía mentir y decirles que él trabajaba a turnos y que esa noche le tocaba o que sólo llevaban saliendo 3 meses, que la cosa iba bien entre ellos pero que querían ir despacio. Total, tampoco tenía tanto que celebrar. 

A la vez se preguntaba si el médico le atendería más tarde. "Esa gente siempre lleva retraso" pensó. Igual tenía algo de suerte y le daba tiempo de sacar un sándwich y un café de la máquina antes de ir al centro de salud.

La verdad es que P. había roto con ella anoche y, además, la había bloqueado así que no podía llamarle. De poder hacerlo, le hubiera pedido que la acompañara a la consulta esta tarde. Algo en su interior le decía que el bulto del cuello no era algo bueno. Llevaba demasiado tiempo doliéndole. Salió del portal a todo correr y ni siquiera se dio cuenta de que había empezado a llover y no llevaba paraguas. Se oyó el chasquido al cerrarse la puerta tras ella. Esta vez no olía a perfume de vainilla. 

10 enero 2016

A propósitos

Desde la izqda. mis hermanas V., E. y yo. 

¡¡Feliz año nuevo 2016!! 

Espero que las fiestas que acaban de pasar no te hayan dejado secuelas, aunque todos tenemos alguna deudilla, algún kilo y algunas caries de más. Con todo, seguro que ya te has puesto manos a la obra para subsanarlo. Yo por mi parte ya he cumplido con mi visita al dentista, tengo mis asuntos financieros en orden y lo de los kilos... estoy trabajando en ello. Pronto. Ya encontraré el hueco. Prometido.
Hoy, primer fin de semana sin guardia del 2016, he podido aprovechar para descansar y meditar acerca de los propósitos del año nuevo. 
Ya sé que esto se lo debería plantear uno antes de Año Nuevo pero ese día estaba de guardia y no tenía cabeza para objetivos; de hecho no tenía cabeza para nada. Tenía varios pacientes vomitando al mismo tiempo y poniéndome el pasillo perdido. Luego vinieron muchos casos que pasaron directamente de mis manos al psiquiatra. Mi compañera tenía razón: "la gente en Navidad se pone triste porque está sola y viene a Urgencias porque sabe que aquí siempre hay alguien que lo aguanta".  Yo por una parte lo entiendo: me he pasado las últimas Navidades estudiando, ¿hay algo más deprimente que eso? Estas fiestas han sido geniales, he podido vivirlas como siempre he querido, incluso aunque haya estado trabajando y me tocara la peor guardia de todo el año, la del 1 de enero. No he tenido que estar estudiando 8 horas al día, ni he tenido que madrugar para pillar sitio en la biblioteca, ni he tenido que tomar infusiones de tila y valeriana los días previos a ningún examen. 
Buf, eso ha sido una importante mejora. Pero vamos a hablar de propósitos que hay entre tú y yo, de los reales y los inventados. 
Por ejemplo, es una invención que me vaya a apuntar a un gimnasio; nunca me han gustado y ni qué decir del traumático paso por los vestuarios donde la gente entabla conversaciones sin ropa. Real, real es el propósito de mejorar lo que como. Eso es fácil, se trata de identificar todas las porquerías de las que me alimento y no comprarlas. O cambiarlas por fruta. O no comer y beber agua.

Otro invento es el de no fundirme las tarjetas comprando ropa que no necesito. En el fondo sé que es bastante complicado de llevar a cabo y por eso termino buscando toda clase de excusas, que resultan ser muy buenas, como la de que la ropa que no uso y está nuevita se la voy dando a mis hermanas. Totalmente cierto. Ellas encantadas y yo haciendo hueco en el ropero. Tampoco es tanto lo que compro, el problema es que parto de un ropero muy pequeño... ... ...

Ahora que tengo tiempo libre, sé lo que es y lo disfruto, me doy cuenta de que podría hacer algo productivo para mí durante esas horas como: apuntarme a clases de algún nuevo idioma, estudiar protocolos, aprender a hacer manualidades o bricolaje que tanto me gusta. El propósito está ahí, en algún punto inconcreto de la nebulosa de purpurina rosa de mi mente. Pero forzar la máquina para ser creativo nunca da buenos resultados, de hecho casi nunca los da. Así que lo más probable es que pase de las clases y me dedique a disfrutar mi tiempo libre estando así, libre, que no es lo mismo que sola.

Un objetivo que sí voy a cumplir es el de viajar. Y viajar a un lugar lejano y exótico, si es posible. Porque viajando te conoces, conoces a la persona con la que viajas, te diviertes, aprendes, desconectas, duermes mejor y en cualquier parte, practicas otros idiomas (incluido el de señas, si es necesario), ves paisajes fuera de lo común y añades recuerdos al álbum de tu vida que es, en definitiva, lo que cuenta.

Como buena escritora, no me podía faltar el propósito de escribir más, de sentarme y redactar las ideas que ocupan mi cabeza, que a menudo son tan enrevesadas que no sé ni por dónde empezar. Lo importante es que se gasten tinta y palabras. 

Para los interesados, este año no pienso casarme, no pienso embarazarme ni adquirir otro tipo de mascota.

¿Y tú qué me cuentas? 
¿Ya empezaste con tu lista de propósitos?
¡Feliz Domingo!

23 diciembre 2013

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Queridos amigos, 

Ay, amigos. Qué duro reto me ha supuesto pasar estos últimos meses sin poder olisquear la blogosfera. No me he mudado a ninguna parte, ni ha habido cartas devueltas. Sigo estando aquí mismo, casi igual que la última vez que nos vimos. Saltear de uno en uno todos los objetivos del sexto curso de Medicina es muy laborioso y lo es más si este sobrepasa todas tus expectativas. Ahora mismo estoy disfrutando de mis vacaciones de Navidad libre de exámenes (por primera vez desde que hace siete años empezara la carrera). Esto me deja algo más de margen para poder saber qué está pasando fuera de mi propio mundo, pero tampoco te creas que mucho. Sigo estudiando y almacenando grandes cantidades de información: de Cirugía General, de Ginecología, de Urología... en horario intermitente pero continuo. 

A menudo me siento sola, con bastante frecuencia. Mis amigos están dispersos, cada uno a lo suyo. Así que yo me pongo con lo mío, que por ahora son los manuales AMIR (que son muy chulos, por cierto), los simulacros y mi proyecto de fin de grado (pfg) sobre los suicidios. Toda una rutina de trabajo, constante, aliñada con historias clínicas, revisiones bibliográficas o cuadernos de prácticas a mano. El invierno y la falta de vitamina D hacen estragos, pero ha caído tanta agua en esta mísera isla del Atlántico en tan poco tiempo... que no ha dejado salir el sol ni un momento. Aún así, esto no ha podido tumbarme ni ha empañado mi sonrisa cada día ante la soledad del estudio, las largas guardias de cirugía, el cansancio, la gente desaborida o demasiado ácida. A nivel personal, sólo puedo lloriquear por haber pensado tiempo atrás que la vida iba a ser más fácil (ilusa de mí) y que los vaivenes de  la sensibilidad propia se atenuarían con los años. Resumen: los días chof, son parte de la vida. Asúmelo. 

No puedo resumir tan bien, sin embargo, todo lo que he aprendido y los niveles de confianza que he alcanzado. Necesitaría muchos posts para explicarlo. Y dudo que quieran leer todo lo que sé (para más info: consultar Manual de Medicina Interna Farreras). Hasta ahora mis rotaciones han sido: 3 semanas en Psiquiatría, tras las cuales aprendí que tenemos un concepto erróneo de las patologías psiquiátricas (a menudo, subestimadas... hay cada loco caso suelto por ahí); estuve perdida 3 semanas por Urgencias, sin saber muy bien donde ubicarme, hasta que me asenté en las urgencias pediátricas y empecé a probar que servía de algo; después pasé 6 semanas en Cardiología diagnosticando ECGs como si no hubiera un mañana (ventaja: sé leer ECGs como una campeona, desventaja: el resto de patologías médicas se quedaron en asuntos pendientes); finalmente pasé 2 semanas en Urología, a la espera de otras 4 semanas más en enero para terminar mi rotación de especialidades quirúrgicas. 

Además, estoy llevando mi pfg sobre los suicidios gracias al cual me han otorgado el nombre de "la niña de los suicidios" cariñosamente (no por nada siniestro), en el Instituto Forense donde llevo a cabo todo el estudio. Básicamente es un estudio demográfico de los suicidios de los últimos 5 años en la isla de Tenerife (sí, es un montón de papeleo). En mi defensa diré que prefiero el papeleo burocrático al pipeteo en el laboratorio y además, a medida que lo he ido haciendo, he ido encontrando cuestiones intrigantes entre caso y caso, que me hacen trabajar más concienzudamente. Vivo en un CSI Tenerife. Y a lo tonto he trabajado en un campo que fue desde siempre, mi primera elección. 

Hablando de elecciones, si algo caracteriza este sexto curso son las mismas. Cada semana se decide algo crucial: el grabado de las bandas de la graduación y un millón de cuestiones igual de simples, cómo priorizar el tiempo, qué subrayar primero, cuándo hacer las guardias, a qué hora hacer el simulacro, dónde hay que entregar las propuestas de pfg, que especialidad médica prefieres para tu rotación médica, cuál para las quirúrgicas, qué caso clínico, qué tutor puede ayudarme, cómo enfocar este trabajo, qué incluir en la libreta... No te extrañe que nunca entre en el blog, eso es porque cuando me planteo entrar o no, siempre escojo dejarlo para otro momento y subrayar algún tema pendiente. 


¿Crees verdaderamente que con este ritmo de trabajo se puede disfrutar de "vacaciones navideñas"? Si el primer día que tuve libre (hoy), lo primero que hice fue coger un folio y empezar a hacer la lista. No la de reyes, sino la de cosas que tengo pendientes de hacer. Mi madre, estuve un rato eh. Y cómo ha acabado el día: dando vueltas y pasando calor con tanta manta en una cama vacía. Me ha faltado la copa de vino para escribir esta entrada pero la confusión mental ya la tenía encima, así que el vino sobraba. Y total, ¿sabes qué estoy rumiando en la cabeza? En lo que voy a hacer en Nochevieja para romper la maldición del 13 y dar el paso hacia un año glorioso, que va a ser el 2014. Tiene que serlo. Pero acuérdate de tener cuidadín con lo que se desea, es sólo un consejo. 


Esta noche estoy muy contenta de poder volver a conectar entre tú y yo.
Buenas noches, amigos.  

02 enero 2012

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Ya no es momento para lamentaciones, pensar nuevos propósitos, aprender lecciones o hacer balance de lo que fue el (si me lo permiten) truculento año 2011. Fuera lo que fuera, ahora forma parte del capítulo anterior. De nada sirve echar un vistazo atrás si no es para proyectar lo adquirido, en el futuro. 
Por mi parte, el año se despidió con Sonrisas y Lágrimas en el sentido más amplio de ambas palabras. Le di un respiro a mi machacado y mustio corazón y me dejé emocionar por unas cancioncillas pegadizas con una melodía maravillosamente familiar. Y descubrí que no hay nada que me regocije más que una bonita y tierna historia de amor. ¡Aww!... Pero al caso, aparte de un ligero salto en el calendario, mi vida sigue sin cambios evidentes. Cierto es que continúo estudiando para mis exámenes de Enero (y desde aquí le envío un abrazo a C. por ser un buen amigo y aguantarme tantas horas en la biblioteca sin quejarse de dolor de cabeza), los vaqueros han encogido y me quedan más ajustados, tengo algo menos de pelo y de dinero, mis orquídeas están en peligro de extinción, mi horóscopo dice que en 2012 voy a seguir soltera y los lunes siguen siendo igual de detestable que siempre.

Mis ánimos van cayendo en picado al mismo ritmo que aumentan mis niveles de estrés en sangre aunque siempre hay un momento para dispersarse. Uno sólo.

Ya estamos en 2012, amigos. Si los Mayas se equivocan, veremos otra Nochevieja, pero para eso falta bastante aún. Mientras, sólo nos queda ponernos a funcionar, retomar las cosas donde las dejamos el 31 de Dic. (los que lo recuerden, ¡jajaja!) y continuar el camino por las páginas de nuestra nueva agenda. 

No tengo la más remota idea de qué puedo esperar de los próximos 12 meses: con qué amigos quedaré (no en plannn cita), quién me invitará a salir (ahora sí en plannn cita), qué exámenes aprobaré (espero que todos), a dónde me llevará la vida (o Ryanair), qué vestido me voy a poner (para la boda de mi amiga K.), si me volverá a retwittear @el_gallo_maximo, a qué series me voy a enganchar (si acaba Anatomía de Grey) y así sigue un largo etcétera de incógnitas. Pero, entre tú y yo, si hay algo que tengo muy claro respecto al nuevo año es que no será en nada parecido a todo lo anterior ;)

Con mis mejores deseos para un ¡Feliz Año Nuevo!

17 diciembre 2011

En casa, sin perro y estudiando por Navidad

~ en casa ~
¡Hola! 

Resurgida de entre el aburrimiento y los apuntes aparezco de nuevo causando un poco de caos a mi alrededor. No estaba desaparecida del todo, siempre me quedo cerca por el "por si acaso" aunque me divierte pensar que puedo desconectar del mundo como quien apaga el móvil (¡JA!). Mi buen amigo C. ha estado dándome la paliza para que no dejara de publicar en el blog pero a veces hace falta tomarse una pausa (o dos)... para al menos tener algo que contar, ¡jajaja!

Para empezar, ¿dónde he estado metida? Pues eso es muy fácil, a medio camino entre la biblioteca y la clase de 8am a 3pm todos los días. Después de los exámenes de diciembre hice un breve receso para recordar un poco cómo era la vida humana: ver algunas películas de mi lista, comprar algunas cosillas (vale, muchas cosillas) y hablar con el mundo en persona. Ahora toca ponerse las pilas y volver ¡a la carga! 

Evolucionar, lo que se dice avanzar... bueno, aprobé uno de los dos exámenes que hice, con lo cual estoy bastante contenta aunque no tanto como lo estoy respecto a un hecho. Tiré a la basura (literalmente) un regalo de un antiguo ex que todavía rondaba por mi habitación. Por un segundo me pregunté si tal vez pudiera sentir aún algo por él. Si lo sentía, no lo supe identificar y mientras lo pensaba dejaba marchar tanto tiempo de amistad y aquel algo más.

¿Algún paso atrás? Naaa.. sólo al bailar.  

Esta útima semana he estado también atareada preparando los papeles de un intercambio clínico que tengo planeado para el verano. No te cuento nada más, será sorpresa... um, ¿me hará esto una chica más misteriosa? 

~ sin perro ~
Sigo siendo yo y mis circunstancias aunque con mis cambios de humor tal vez las circunstancias también se vayan a paseo. Dicen que aquello que amas, al final lo pierdes. Yo digo: ¡y un cue***! De momento en mi cabeza no caben conceptos como "ya no me junto con ese tipo de gente", "ahora no me gustas" o "fue bonito mientras duró". La vida es demasiado corta y amarga como para dejar escapar aquello que queremos y mi cabezonería puede aguantar todo el día.

Luego está lo que quieres pero aún no sabes cuánto, el chico que te sonríe en clase o con el que te tropiezas en la cafetería. ¿Arriesgarse o no? No es fácil encontrar el valor de dar un paso así; y por contra, es tan fácil. Como le decía a mi amigo P, éstas son la clase de cosas que valen la pena, las que luego recuerdas y las que te hacen reír. Puede que algún día, cuando haya bebido algo fuerte, encuentre el coraje suficiente para presentarme a ese chico pero mientras... sigo guiñandole el ojo sólo a la vida. 

~ Navidad ~
Porque no podía hacer otra cosa con tanto tiempo libre sino ¡estudiar! Además de posar para fotos navideñas, preparar bandejas de turrones, hacer copos de nieve con folios de colores, hacer tartas, quedar con las amigas y recordar los chicos que nos gustaron a lo largo de año, salir con los amigos y emborracharnos, buscar locamente un traje negro nuevo, comprar-comprar-comprar, empaquetar regalos, llamar a toda la familia, explicarle otra vez a tu abuela que en 5º de medicina ya no estudias anatomía, comprar una pascua roja, mandar felicitaciones navideñas, comer trufas de chocolate y montones de bolas de coco, pedir un nuevo deseo para el año nuevo y soñar entre tú y yo con que se nos cumpla... ¡todo esto!

Y con tan felices planes en mente me despido hasta la próxima,
¡Feliz sábado! ¡ya queda menos para las fiestas! :)