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21 marzo 2012

Calypso

Queridos lectores, sé que habéis notado una ausencia...
No es que uno quiera esconder lo que está pensando. O sí. 
Nunca fui persona que se guarde más que los secretos ajenos. Y a veces ni eso. Yo soy persona hecha para la comunicación, en ambos sentidos. Por eso, las personas que me conocen saben que, cuando menos hablo, es cuando más tengo qué decir. Pero tal vez por eso de ser una persona reflexiva me lo guardo y lo arrimo a un lado hasta que más tarde puedo volver a darle vueltas al asunto. 

Ni qué decir tiene que las prácticas de medicina (y los exámenes, ya que estamos) limitan mucho el tiempo de musitación y contemplación. También dan mucho en lo que pensar. 

Hay experiencias que te cambian y cambian el modo en que ves tu vida; un mes de prácticas en Oncología resultó ser una de ellas. Y aunque no es mi intención desmenuzar aquí todos los entramados de mis inquietudes durante ese tiempo, sí diré que cada día que miro más de cerca la actividad de los médicos, aumenta el respeto que siento por esta profesión y todos los que con ella están relacionados. Asimismo, no es un misterio que la vida es muy corta, que la salud es lo más importante, que las enfermedades son malas y que el azar sí existe y no conoce sobornos.

En días como los recientes doy gracias porque de pequeña me dieran un balonazo en el patio del colegio y me hicieran lista. De otro modo no estoy segura de que hoy me sintiera tan realizada pues con el tiempo pocas cosas han venido ha completarme por completo. No es que esté insatisfecha del todo. Es simplemente que hay situaciones con las que te identificas más que otras y con las que te sientes mejor, te sientes . Como en mi caso ocurre al tener un volante en las manos, un fonendo en el cuello o al estar en Londres. Entre tú y yo, no quiero pensar qué podría ocurrir si algún día llego a juntar las tres...
Fantasías (eróticas y no eróticas) aparte, espero que en breve el polen del ambiente me haga despertar de este trance apático que estoy pasando. La primavera es demasiado bonita como para no enamorarse de las flores, de ti... ¡de todo!

¡Feliz Miércoles!

04 marzo 2012

18 vestidos

Inciso: A los que tenían dudas sobre mi paradero, les aseguro que sigo con vida. Hace un par de semanas empecé con las prácticas de Oncología Clínica. No es por quejarme pero me han tenido atada a una mesa trabajando más de lo aconsejable. En medio hubo parón por Carnavales y mini-vacaciones. Ahora continúo con las prácticas en Radioterapia mientras trato de llevar al día también esa asignatura pendiente que es la vida. 
***
La graduación de mi hermana E. se acerca.

Y por supuesto es motivo de alegría para todos, sobre todo para ella que despide el colegio después de 14 años para empezar un Bachillerato donde quiera que sea que la acepten. El único inconveniente es que seamos cuatro mujeres en casa, lo cual implica cuatro estilos diferentes, cuatro vestidos diferentes de cuatro colores, a ser posible, diferentes. La primera que solventó el problema fue mi hermana V. la pequeña, luego lo hizo mi madre. Yo tardé un poco más en encontrar el mío porque para variar mi nivel de exigencia era bastante alto. 

 
Estuve buscando en decenas de tiendas el traje perfecto. Caminé muchas horas sin tener una imagen clara de lo que deseaba. Sabía el color que quería y podía imaginar apenas el estilo... pero creo que, esperar que exista algo que tú diseñas a tu manera en tu cabeza, es pedirle demasiado a la vida. Así que bajas el listón y abres la puerta de la oportunidad a lo que encuentras por el camino. Y te pruebas unos cuantos, y muchos cuantos, ¿cómo si no, puedes decir si es lo que andabas buscando? Subes la cremallera, sales del probador, te miras en el espejo y caminas con él puesto. Con algunos te sientes más cómoda que con otros; algunos son mejor partido que otro. Pero, entre tú y yo, si en el fondo confías en que puedes encontrar uno como el que tú quieres, te quitas el vestido y sales de la tienda. Hay más tiendas.   

Soy una persona, a pesar de las apariencias, paciente. Exigente, pero que no pierde la esperanza de encontrar lo que busca. Tardé más que el resto pero lo que cuenta es que, al final, en un perchero lejos de la vista de los demás en una tienda de una calle poco transitada, encontré mi vestido. Y era tal como lo había imaginado y eso lo hacía perfecto.    

28 septiembre 2011

¿Tienes pareja estable?

Paciente mujer de 21 años que consulta por dolor localizado en region lumbar derecha, de larga evolución (2 años), que mejora en reposo y empeora al permancer de pie. Refiere curso episódico con alternancia de periodos asintomáticos. No otros síntomas. No antecedentes relevantes. No alergias medicamentosas. Pruebas complementarias: análisis de orina negativo. Ocupación: estudiante de medicina (4h prácticas - 3h clase - 3h biblioteca diarias en el último año).  

Esta puede ser la historia de una chica cualquiera; una chica como yo. 

Para rematar bien el final de curso, justo antes de irme de vacaciones me empezó un dolor de espalda... ¡mortal! Atribuído a la mala postura de estudio, no le di más importancia pero a pesar de hacer reposo y no coger bolsas pesadas, el dolor empeoraba. Así que fui al médico [el día que un estudiante de medicina (véase yo) va al médico, es que está a punto de morirse]. Esperaba que me mandara "algo para el dolor" y pudiera así por fin descansar pero, por contra, lo que recibí fue el diagnóstico de cólico renal. Susto... Un análisis y muchos litros de agua después me dijeron que el riñón estaba bien pero aún así debía tener arenilla renal por expulsar. El médico me recomendó la solución mágica (cara y sin receta) pero ¡maldición! lo que hizo el dolor no fue sino empeorar así que asomé la bandera blanca de rendición y me arrastré hasta Urgencias.

Allí, cerca del colapso, me dieron una alegría tremenda. No era un cólico renal; mis riñones estaban muy bien. Se trataba de una agudización de la lumbalgia (que no es otra cosa que dolor localizado en la región lumbar) que ya venía padeciendo desde hacía algún tiempo. Lo que sospechaba. Para quedarme más tranquila fui a un masajista que le echó un vistazo a mi espalda; me confirmó que estaba hecha trizas desde hacía bastante tiempo y con un par de ajustes me colocó la columna en su sitio. 

Me siguió doliendo unas semanas más hasta que, poco a poco, se fue aliviando. Ha pasado todo el verano y ahora estoy recuperada. Hoy volví a ver a mi médico para contarle que había estado en Urgencias, (qe había hecho un diagnóstico erróneo) y que quería hacerme un análisis de sangre corriente y moliente. 

Bueno... para empezar esto de que había cometido un error no lo encajó bien del todo. Como verás, me guardé mis comentarios para los paréntesis.

- "¿Lumbalgia?
- Sí, allí me volvieron a repetir el análisis de orina y salía negativo (es decir, normal).
- "Claro, ¿qué te van a decir en Urgencias?
- (Pues, ¿la verdad?) Em...
- "Es que por el dolor que me contaste, no puede ser sólo la lumbalgia. Seguro que tenías algo de arenilla..."
-  (Y dale con la arenilla) Me mandaron otro antiinflamatorio más fuerte.
- "Que viene a ser el mismo que el que te receté yo"
- No, es más fuerte. Y me fue bien, me quitó el dolor.
- "Será algún tipo de... claro, porque ahí ya habías eliminado la arenilla que tenías"

   Le enseño la hoja de Urgencias. 
   La mirá y me la lanza desde el otro lado de la mesa.

- "Bah. ¿Sabes lo peor de la arenilla renal? Que te puede volver a aparecer. Así que te vamos a hacer un seguimiento.... (teclea algo en el ordenador) ... antes de pasar a hacerte pruebas mayores"
- (¿CÓMO?)
- "A ver, ¿cuántos cólicos renales has tenido, entonces?"
-  ... ¿El que usted me dijo?
- "Vale, te voy a pedir cita para que veas a la enfermera tamién y te talle"
- ¿Para qué? (¿hola? ¿y a usted que ca**** le importa mi peso y mi talla? ¡me dolía la espalda!)
- "Cosas que hacemos..."
- ... (¿algún día tendrá sentido todo? ...)
- "¿Tienes pareja estable?"
- (... ya veo que no) Em, no.
- "Bien. Aquí tienes; nos vemos en la próxima cita. Y no dejes de beber mucha agua".

Una de las primeras lecciones que me enseñaron cuando empecé a estudiar las asignaturas de Cirugía, hace ya un par de años, es una gran verdad que se grabó en mi cabeza desde el día que la escuché. Dice: Es normal equivocarse, todos cometemos errores: te equivocas, yo me equivoco. El Jefe de Servicio se equivocará menos que el Residente pero también tendrá errores. No pasa nada. Pero reconócelo. Ocultarlo sólo te hará perder tiempo y ganar problemas. Por esta razón no entiendo que haya aún personas que se dejen llevar por su cabezonería y la disfracen de experiencia tratando de tapar todos los errores que quedaron entre el tú y el yo. No, no, no...

Al menos tengo un par de semanas antes de que visite a la enfermera y ponga en mi historia clínica "gorda y soltera", ¡jajaja!

 ¡Feliz miércoles! 
 
 

26 julio 2011

Alegato final

       Querido amigo, no quiero partir de vacaciones sin antes revolver un poco las memorias y esbozarte en estilo predeterminado los trazos del curso que acaba de terminar. Cualquier excusa es buena para invocar al pasado y ésta no es menos.  

Para aquellos que no me conozcan diré que soy un alma cavilante, viajera sempiterna y divertida extravagante que corretea de forma improvisada por la vida recogiendo flores y comiendo chocolate. Mi color favorito es el verde azulado (que es verde) y aunque esto te parezca irrelevante, para mí es importante. Creo en el amor a primera vista, en el destino y alguna bobería más. Este septiembre empezaré mi 5º año en la Facultad de Medicina y eso es mucho más lejos de lo que nunca pensé llegar. Tengo mi habitación repleta de fotografías; me gusta levantar la vista de mi mesa de estudio y creer que puedo revivir todos esos buenos momentos con amigos y familia, incluso con aquellos que ya no están conmigo. Hablo demasiado y escribo mucho más. Mi más preciado tesoro es esa pizca de felicidad que conservo en el bolsillo y mi mayor secreto... lo tendrás que descubrir tú. 

Cuando empezó el curso el septiembre pasado mi reloj biológico interno aún estaba lidiando con el jet-lag. Acababa de regresar de Londres, donde la hora es la misma pero todo lo demás... es completamente diferente a lo que yo conocía. Sin pensármelo demasiado me puse manos a la obra con lo que me esperaba: interminables horas de prácticas, estudio y trabajo duro non-stop. Pronto me percaté de que las reglas del juego habían cambiado; este curso no iba a bastar con 2 cafés de madrugada ni 2 domingos en la biblioteca. Tropiezos, tropiezos, tropiezos. Me gustaría decirte que ha habido una parte buena en todo ello pero no sería verdad. 

Aunque, por otro lado, debo decir que me sorprendió encontrarme en buena compañía en mi camino por el calendario. Sin querer pero queriendo hice nuevos amigos y rescaté algunos perdidos que lloraron y rieron conmigo. Juntos convertimos cada obstáculo en otra nueva aventura. Y lo seguiremos haciendo, porque aún quedan escollos y para eso están los amigos. Aquí al lado o más lejos, ellos sin saberlo forman piezas del puzzle de mi familia. 

Practicando practiqué que practicaba. Y con mi nuevo fonendo a mano recorrí los pasillos del hospital conociendo cientos de historias, aplicándome al máximo en cada planta, descubriendo cada departamento. Mientras, me dejaba sorprender por la cara más frágil, más severa y más tierna de la medicina.   

Pasé el curso esperando -escéptica, con una mano a la cintura y mirando el reloj- un cambio, un giro, un algo inesperado que me echara una mano (pero no al cuello) y a medida que pasaba el ecuador del año, veía también pasar las oportunidades ante mí sin ser capaz de estirar la mano para atraparlas. ¿Qué me pasaba?  Estaba muda de reacciones. Mientras yo me debatía con mi inseguridad, otros compañeros tomaban atajos (equivocados, pero al fin y al cabo: atajos). Y con el mal sabor de boca que dejan los sinsabores de la competitividad y el nepotismo no tuve más remedio que continuar jugando mis cartas hasta el final.

Un día, una voz amiga tuvo la insensata idea de decirme que publicara lo que escribiera. Con mis dudas empecé a compartir contigo algo más que un momento para café, alguna confesión y un aburrido parloteo sobre mí. En susurros te diré que escribo para que no se me olvide; para que me sobrevivan un día mis palabras y por el absurdo convencimiento de que alguien pueda no encontrarse solo al leer mis pensamientos: aquellos con los que reí, lloré o me enamoré... ¡con todos ellos!

Pero la recta final del curso no fue para nada igual a ningún otro año. La despiadada amenaza de la enfermedad sobre una persona querida y la sombra de problemas sobre la familia se sintieron como dardos directos al corazón. Dolió mucho. Y duele aún la herida reciente que ha de cicatrizar bajo las delicadas suturas del tiempo. Antes miraba atrás y cruzaba los dedos esperando haber madurado (aunque fuera un año); ahora me gustaría poder cambiar este corazón que me pesa como 28 años y canjearlo por algo de genuina inocencia. 

¿Y qué me espera ahora? Una playa de arena negra, noches de pub, una maleta por hacer y un mundo  entre tú y yo para compartir.