19 febrero 2012

La Gambada

Nada tiene que ver con la Lambada. Más bien con meter la gamba
Y lo del color rojo de la imagen... no va mal encaminado.

Resulta que había un chico y, para qué engañarte, me gustaba. De hecho desde que lo conocí hace bastante tiempo, me había llamado la atención y sospechaba que él podía tener cierto interés en mí. Pero por alguna siniestra razón, nunca habíamos conectado en un buen momento. O él tenía una relación con otra persona o yo estaba muy ocupada con los exámenes o la que tenía una relación era yo o el ocupado era él. Con los años se sucedieron todas estas situaciones, todos los caminos llevaban a callejones sin salida y, ya al final, desistí de albergar ninguna esperanza y lo olvidé. Hasta el otro día.

Quizá el aburrimiento, la irremediable soledad o la esencia del oportunismo hicieron que viera en él una respuesta positiva a mi reclamo. En menos de lo que me esperaba me vi atrapada en un carrusel de lo más dulce y excitante pero, al fin y al cabo, en vano. Porque no hay peor maldad por parte del destino que condenarte a terminar en el punto de partida. Como si no hubiera ocurrido nada ni hubieras aprendido nada por el camino. Así me sentí yo cuando, después de semanas de atenciones, caricias, cafés y palabras suaves contemplé como me eliminaban de un juego para un jugador, que encima no era yo. Amarme hubiera sido un error, me vino a decir. Ya... a ver, ¿qué iba a decir si no? Pues, cualquier chorrada como esta. 

Y, ¿recuerdas aquel post-it? Pues no era de él...  

Eso sí. Se las ingenió para, con una jugada magistral, tomar y llevarse consigo el favor de mi confianza y la amistad que yo, en un intento por acercarme a él, le había ofrecido. Creía que podía compartir sus secretos conmigo. Pero no hizo sino equivocarse al creer que podía coger sin dar pues el universo no es sino un equilibrio, al menos el mío, y sin unas proporciones justas entre tú y yo está destinado a no funcionar.


¿Qué me había pasado? ¿Cómo había podido picar tan fácilmente? No lo sé. Lo más fácil sería pensar que fui una tonta y que a los hombres no hay quien los entienda, en un amago de dar una excusa casi convincente. Puede que estas afirmaciones no sean del todo erróneas pero por querer creer que valgo algo más que eso diré que el corazón tenía razones que la razón no entendía

Ahora, con el ánimo hecho pedazos y la decepción bajo el brazo, veo cómo se aleja otro imposible no sin cierta satisfacción por albergar en mi conciencia la tranquilidad de saber que le brindé el beneficio de la oportunidad. Que sucediera o no ya escapa a mi control pues no está en mi poder determinar en qué medida las circunstancias me son favorables o no. Sólo podemos confiar en que la vida nos envíe algún día aquello que anhelamos y que, cuando aparezca, sepamos reconocerlo. 

16 febrero 2012

Agradecimientos

Cada vez que compro un libro repito los mismos pasos, como un pequeño ritual personal.
Voy a la última página, leo la frase final (la que va antes de "Fin"), vuelvo al principio, salto el apartado de "Agradecimientos", voy directamente a la dedicatoria y sólo entonces, empiezo a leer. ¿Motivos? Ninguno en especial. Simplemente es la manera en que abordo un libro. 

Mi octavo sentido (otro día te cuento cuales son el sexto y el séptimo) es capaz de decirme si lo que voy a leer me va a gustar sólo por la frase final; para mí esta es la clave que condensa la máxima fuerza que expresa el autor en su obra, el toque final, la guinda del pastel... como quieras llamarlo. Por ejemplo, si un libro termina con "Y vivieron felices para siempre" sabes que va a ser un tostón y que el tema es fantástico, porque eso no hay quien se lo trague. Si acaba diciendo "Y así dió comienzo la caída del Imperio Romano", no te queda nada... y si en cambio lo hace con "Al poco, figuras de vapor, padre e hijo se confunden entre el gentío de las Ramblas, sus pasos para siempre perdidos en la sombra del viento" sabes que será una obra maestra. 

Pero hoy no quiero hablar de finales, sino de principios. Ya te dije que normalmente paso el capítulo de agradecimientos de los libros porque me parecen una lista de nombres sin ningún sentido para mí. Pero me parece que sería una desfachatez total por mi parte continuar publicando en este blog sin hacer una mención y mandar un mensaje de especial agradecimiento a todos aquellos que lo leen. 

¡Gracias! 

A los que, cuando me ven por la calle, me dicen cuánto les gusta lo que leen. A los que quedan intrigados con mis historias. A los que me dan ideas para nuevos posts o simplemente me regalan un motivo para hacerlo. A los que les encanta verse mencionados en mis posts. A los que me envían mensajes de felicitaciones por lo que escribo. A los que me comprarían un libro si lo hiciese. A los que le dan al boton "Me gusta" en Facebook o me retwittean en Twitter. A los que me leen en Santa Cruz de Tenerife, Tacoronte, La Laguna, Las Palmas, Sevilla, Madrid, Valencia, Almería, Viladecàns, La Paz, Veracruz, Lima, Mexico, Quito, Maracaibo, Bogotá, Montevideo, Asunción... ¡Muchas Gracias a todos! porque cada vez que hacen un clic que los dirige hacia este blog mis ideas parecen más brillantes; mi vida, más interesante y mi habilidad con las palabras, verdadero talento. Ya ves lo importante que son los seguidores en un sitio tan íntimo como este. Claramente, entre tú y yo, sin tú no hay yo.  

15 febrero 2012

Superando el límite de velocidad

Sí. Lo confieso. 
No sólo me encanta conducir sino que me gusta ir por encima del límite de velocidad. 
Supongo que se debe a la independencia que te ofrece conducir; tal vez, la satisfacción de ver cómo dejas atrás los demás coches; o cómo te centras en no estamparte en la siguiente curva y olvidas el resto de tus problemas; en definitiva, el aquí y ahora. Los que me han acompañado alguna vez lo han sufrido (pobres...). "No tengas tanta prisa" me dicen, pero no les toca a ellos decidir, sólo el conductor puede decidir qué hacer con el volante de su coche. Al igual que ocurre en ciertas ocasiones de la vida, cuando los demás usan el "deberías haber hecho esto". Es en esos momentos cuando me gusta pensar que, para bien y para mal, yo dirijo el rumbo de mi trayectoria y que el azar es sólo un juego de niños. Aunque entre tú y yo, puede que todo esto es una excusa para pisar el acelerador.

¡Feliz día!

14 febrero 2012

Mi gozo en un post-it

¡Feliz Día de San Valentín! 
(Tanto para el que lo celebra como para el que no).

Está bien extendido que la celebración de este día no es sino un ardid comercial que desde hace semanas se embolsa una interesante suma. Pero, ¿qué importa si ello sirve de excusa para derrochar amor? Flores, suspiros, chocolate, miradas cómplices, corazones, sonrisas. En definitiva, ésta es una ocasión inmejorable para dar rienda suelta a nuestros deseos. Es un día en que el tímido se convierte en valiente, el reservado en anónimo, lo potencial en factible, lo inesperado en sorpresa. 

No importa dónde, no importa cuándo, ni importa quién. Lo esencial es que lo sientas y lo demuestres; no dejes que caiga en algún día porque algún día puede no llegar a ser ninguno.

Y ahora es cuando te digo que me tengo que aplicar mi propio cuento. Deja que relea lo que acabo de escribir para mentalizarme de lo que tengo que decir. Porque tengo qué decir... ¿Qué te creías? Todos tenemos nuestros retos personales.

¡Aún no he respondido a un corazón anónimo que me dejaron hoy! Estaba escrito en uno de mis post-its. Yo lo descubrí al volver a la biblioteca donde había dejado mis apuntes. Y, aunque el amor es ciego, creo que esa fue la señal que me hizo reaccionar y darme cuenta de hacia dónde señalan las flechas. Pero eso... eso queda entre mi corazón y yo.    

¡Feliz día! :)

12 febrero 2012

Búscal@

La primera vez que alguien me lo contó pensé "bueno, hay gente rara everywhere".
La cuarta vez, me dije "pues se ve que funciona".
Cuando lo hice yo, pensé "deja ver...".
Hasta ese momento había realizado millones de búsquedas en Google, de lo más variado y exótico -mejor no poner ejemplos- pero nunca se me había ocurrido buscar conocidos y, por supuesto, mucho menos al chico que me gusta. Pero por rellenar con algo de humor las mañanas de domingo y adquirir un "y yo también" para mi colección de experiencias, lo hice. Intentas recordar por enésima vez cómo se escribía su apellido y apretas enter. Al principio no te crees que pueda haber resultados y allí están, tras 0.16 segundos de incertidumbre, las referencias de mi chico en internet. 

Mm, decepcionante. Un impar de enlaces de Facebook, 5.

Bah, entre tú y yo ¿qué esperaba? ¿un enlace a los más buscados por la policía? ¡Jajaja! Nah... oye, espera un momento ¿y si pongo mi nombre? 

Mm, vale...