06 julio 2012

En la Comunidad

No sirvo para vivir en una Comunidad de Vecinos.
Tampoco para tener jefes (pero eso lo dejamos para otro día). 
Vivo en un edificio de 3 bloques, 11 pisos cada uno y 2 puertas por piso. Eso hacen 72 viviendas y familias. Y son justamente 72 más de las que yo puedo tolerar, que es ninguna. Si por mí fuera viviría al lado del barranco; todo con tal de no tener vecinos al lado, ni qué decir de tenerlos en frente. 

Están los vecinos omitidos; sí, esos que no sabes que existen. Los familiares, que tienen 4 hijos, 8 nietos y 3 bisnietos y les encantan las visitas los fines de semana. Los kinkis; en todas las comunidades tiene que haber. La radio macuto que te pasa el informe cada vez que la ves. Los verano azul; que sólo aparecen 1 mes al año y cuando te ven entrar al edificio piensan que te estas colando. Los animal friends, que pasean a su perro mañana, tarde y noche, día sí y día también, haciendo el mismo recorrido. Los caraduras, que llegan los últimos y aparcan en la parada de la guagua. Los nuevos papás, que entran con cuna, carrito, capazo, cambiador y ropero nuevo. El médico que, como su casa le parecía poco para él solo, compró la vivienda de al lado y las conectó cargándose una pared pilar (muy bien tío...). Don Limpio, que utiliza el balcón como vertedero particular tirando por él su basura, uñas, pelos y un "etc" que da repelús. La pija, que siendo muy fina para tener un cubito de basura en su casa, deja las bolsas por fuera de la vivienda. A los que les va el tenderete, y sacan bolsas llenas de botellas para tirar a la 1am para que los demás vecinos no los vean (mala noticia chicos, tenemos el cubo de reciclaje al lado y oímos como tiran cada botella). Los gays, que visten igual y tienen dos perros idénticos. La trotadora, que entra con tacones de más de 10 cm los fines de semana a las 4am, como si estuviera participando en una competición. Los religiosos, que van a misa y vuelven cargados de panfletos que meten en los buzones de correo de todos. La Doña que es viuda y vive sola con sus caramelos de menta que te ofrece cada vez que te ve. La Doña que es viuda y vive sola con una tarifa plana de ADSL y nunca la ves. El revolucionario que ameniza cada reunión de la comunidad hablando sobre trabas legales, hacer nuevos presupuestos para pintar, cambiar las puertas, poner plantas de plástico en los pasillos, volver a pintar, cambiar los balcones y cosas no exentas de disputas así. Ah, y cómo no nombrar a la Presi de la comunidad; pero por raro que te parezca no haré ningún comentario sobre ella porque, en mi opinión es una vecina razonablemente normal. Tiene un marido que trabaja como jardinero y por ello, tiene un patio increíblemente bonito; siempre va muy elegante vestida y es bastante simpática. No me suelo tropezar mucho con ella pero me impresiona favorablemente. Lo más probable entre tú y yo, es que tenga un cadáver hecho picadillo escondido en alguna parte; o simplemente sea la excepción en un edificio excepcionalmente notable.     

Guau, me gustaría saber si el resto de comunidades de vecinos son tan interesantes.

03 julio 2012

Momentos sagrados

Soy la primera que disfruta de la compañía, de la charla y del nosotros. Pero francamente, mi vida de estudiante de Medicina sin pausa ni freno me ha enseñado que hay momentos que son sagrados. Uno de ellos es la comida; sin discriminar desayuno, almuerzo o cena. El tiempo para comer es algo intocable para mí y sin duda, no se apreciaría igual si no se come en silencio. A menudo mis padres invitan a comer a la trifulca y terminan debatiendo durante el almuerzo cuestiones varias que más de una vez acaban con más de un decibelio de la cuenta. Temas de trabajo, universidad, papeles varios, multas, vecinos... Yo me limito a escuchar y tragar con agua mis opiniones. Mi tiempo de descanso para comer a menudo es tan escaso, que poco bien me puede hacer malgastarlo discutiendo por asuntos que, frecuentemente me la sudan me afectan sólo de lejos. No han sido únicas las veces que me he visto obligada a comer de pie, a tomarme un café caminando o mordisquear un bocadillo en plena clase. Está claro que no se valora lo que se tiene hasta que se pierde (o se reduce considerablemente). Prueba una morbosa rutina diaria de 5 horas de pácticas, 3 horas de clase y otras tantas de biblioteca seguidas para que me entiendas... Verás cómo, la próxima vez que tengas un momento para sentarte a comer, no habrá nada imprescindible que decir entre tú y yo.
Pret A Manger, Trafalgar Sq, London

¿Adoptas a tus amig@s?

Un amigo me dijo que no podía evitar hacerlo con aquellos que más le importaban. Obviamente, no tengo problema en entender esa actitud, pero me rechinan los dientes al ver su resistencia a creer que eso no es lo más acertado. No exenta de complicaciones me he visto obligada a aprender a la fuerza, que no podemos apadrinar a nuestros amigos ni evitarles los errores.
Adopté completamente a mi mejor amiga hasta el punto de hacer las cosas por ella. 
Y ese fue mi mayor error; convertir mi rol de hermana mayor en mi actitud ante la vida y ante mi mejor amiga. No puedes vivir dos vidas, la tuya y la de tus amigos. Ni comenter el doble de errores, los tuyos y los suyos. Evitar el golpe de los demás, por mucho que los queramos, no es saludable para ellos. Porque al mismo tiempo que les evitas la caída, les privas de aquello que debían aprender mientras lo hacían. Sólo puedes estar a su lado; escuchar, no como un padre sino como un amigo, que es todo lo que ellos necesitan que seas. Puedes ayudar, pero no por tomar parte activa en el proceso de solucionarle los fregados vas a resolverle nada. Lo más probable es que termines tan liado por el asunto como tu amig@. En las contadas ocasiones en las que al intervenir resultes útil y consigas una victoria para ellos, serás el protagonista de su agradecimiento y quizá, su reconocimiento por un tiempo. Pero, sólo le habrás enseñado a darte las gracias. Y el mérito que debían saborear ellos al madurar, te lo llevas tú.
Mi amiga se acostumbró a cuestionarlo todo y a consultar(me)lo todo. Hubo muchas cosas que quise hacer por ella, porque la quería. Y las hice. La nuestra fue una amistad de desiguales. Ella me veía demasiado arriba y yo sólo era capaz de sentirme satisfecha por ser importante para ella. El día que todo termino entre ella y yo, se lo llevó todo. Mis triunfos, mis consejos y todo lo bueno que le había dado, dejándome ante la soledad que acompaña a las dudas. Sólo al caer de nuevo en el mundo de los mortales vi el error que había cometido.

02 julio 2012

Yo también estuve en Kiev durante 90 minutos

¡España Campeona de la Eurocopa 2012!

Conversaciones unilaterales

No es fácil encontrar un (des)igual.
Voy salteando los días del calendario con un poco de prisa, sin fallarle al horario. Paso por los escaparates de la calle de la Oportunidad sin pararme, zumbando. Sueño, deseo, encuentro, degusto. A veces hallo algo que me atrae y me encamino hacia el interior del Quizá. Pero en esos barrios de dudosa credibilidad pocas veces suelo dar con un motivo que me retenga mucho tiempo. Y sin embargo, me encanta tener una buena conversación. Hacer reír, contar, ser escuchada... lo más placentero de esta vida. Ya dure una hora, un rato, un siempre. Pero debe haber algo que no soy capaz de percatar. Aún trato de encontrar la tara que debo tener. Porque no puedo ser muy normal cuando convierto el entre tú y yo en sólo yo. Hago el intento; evito dirigir cuanto digo pero en un periquete me encuentro de nuevo en el mismo punto: acabando mis conversaciones unilateralmente; siempre en primera persona.

Monólogo a la de tres, dos...