26 enero 2021

¿Vamos a hablar de esto?

Me topé con este mensaje la otra noche al salir del Centro de Salud.
Apareció en una recta, en una carretera bien visible, frente a una guardería.
Me pareció tan chocante que tuve que dar la vuelta en la rotonda para pasar a verlo una vez más. Incrédula de mí. Era reciente, lo sé porque paso por ahí cada día. Ingenua de mí. La gente que vive por la zona es la que yo atiendo en mi consulta cada día.
Para el que no viva en Canarias, ha de saber que nos encontramos en un punto geográficamente estratégico que supone la clave de entrada hacia Europa. Favorecidos por un clima benévolo y unas costas accesibles, somos inevitablemente uno de esos lugares que uno podría soñar para dar el salto al continente. La triste realidad es que recientemente y cada vez más, hay un flujo constante de migrantes cuyo objetivo no es permanecer en estas islas pero que se ven forzosamente varados aquí. En nuestro entorno, abierto y generoso, siempre hemos tenido la puerta abierta al viajero. Siempre hemos sido sitio de paso. Lo dice nuestra Historia.

 ¿¡Y ahora me vienen con esto!? 

Pues me preocupé. Cuando leí ese mensaje me vinieron a la cabeza flashes del Black Live Matters (BLM) y de agresiones callejeras. Supuse que este mal sentir podía ser fruto de las malas condiciones económicas, del panorama nefasto que tenemos de frente en el que las familias hacen estragos para vivir contando euros. Supuse que sería el miedo a que alguien, sea quien fuere, pueda venir a quitarnos lo poco que nos queda. Me dije que no podía ser real, que nosotros siempre hemos sido un pueblo tolerante y simplón. Tan bueno a veces, que parecemos bobos. No puedo creer que entre tú y yo vayamos a dejar crecer la semilla del rechazo y del odio. Espero que no. Por nuestro bien. 

Cuando salí del shock arranqué el coche. Mientras, me planteaba que bien podría tratarse de algún mensaje escrito por algún inconsciente. Seguro. De camino a casa iba escuchando el programa de la radio del momento. Esa tarde la pregunta que lanzaban al público era "¿cuál había sido tu última acción solidaria?" y uno a uno se escuchaban los mensajes de los oyentes contando que habían ayudado a un tal fulano, que habían cuidado a una familia de gatitos, que habían hecho un regalo desinteresado a un tal mengano, alguien había devuelto una cartera perdida...

Así que, para cuando aparqué el coche, ya no sabía si tenía que seguir preocupada o guardar una gota de esperanza para esta gente con la que comparto un trozo de tierra en medio del océano. Espero que el tiempo me de un poquito más de fe en todo lo bueno que podemos ofrecer. 

21 enero 2021

Aventuras de ultramar

Liset, o "la Liseta" como la llamaban de niña, había abandonado Cuba hacía más de 20 años. Nunca había tenido especial nostalgia del lugar donde se había criado. Ni de aquellas personas con las que compartió años. No. La Liseta era una mujer de mirar hacia delante. Por eso se vino de Cuba y se instaló en Gran Canaria, donde trabaja de interina en casa de una señora mayor a la que cuida de lunes a sábado. Los domingos son sus únicos días libres y los pasa con su novio. Sí. La Liseta con casi 60 años tiene un novio desde hace casi 3. Ella dice que vive tranquila desde que consiguió el pasaporte español y lo que Dios le ha dado en esta vida, mucho o poco, es un regalo. Amén.

Yo la conozco desde el año pasado y a lo largo de los últimos meses nos hemos visto con relativa frecuencia. Cada vez es igual: ella acude por sus controles de salud y yo trato de animarla porque cada vez la veo más gris. El día que por fin me contó el origen de su pesar yo era todo oídos. 

Según me explicó, mucho antes de venir a España y siendo muy joven, en Cuba se casó con un muchacho conocido por su familia. Ella no le quería, pero se sentía protegida por el hecho de estar en matrimonio. Tenían un hogar y ella... era joven. Pensaba que no podía poner restricciones a su marido y lo más natural en aquel momento era permitir que tuviera su libertad. Sabía que veía a otras mujeres y a veces pasaba periodos largos fuera de casa, días enteros. La Liseta trabajaba de profesora en aquella época, en un colegio que le quedaba cerca de casa, y siempre tuvo entereza para hacer oídos sordos cuando algunos compañeros del trabajo le daban pistas sobre los hábitos nocturnos de su marido. Ella ya lo sabía. 

La Liseta no pudo tener hijos así que cuando su hermana del alma tuvo una niña, enseguida creó un vínculo muy especial con ella. Pasó mucho tiempo con la pequeña, le enseñó muchas cosas útiles para su vida. Aunque había lecciones que primero debía aprender ella. A medida que su sobrina fue creciendo, su matrimonio fue menguando. Ella sentía que su marido ya estaba cansado de ella. Tomaba más alcohol de la cuenta. Pasaba periodos más largos fuera de casa y cuando regresaba, discutían. Su sobrina fue testigo del duro proceso. 

Entonces sucedió algo inesperado. El marido de la Liseta, anegado de alcohol, acabó con el coche patas arriba en medio de la carretera en un tremendo accidente mortal. Ese fue el punto de inflexión para la Liseta y así fue cómo decidió dar un cambio a su vida. Se vino a Gran Canaria, se buscó un trabajo y un novio formal. 

Hace unos años su sobrina la llamó para que asistiera a su boda en Cuba. Había encontrado un hombre que la quería y quería hacerla feliz. La Liseta echó mano de todos sus ahorros y compró los mejores regalos que pudo encontrar. Volvió cargada de ilusión pero cuando llegó allí sintió una terrible decepción. Al conocer al futuro marido no vio sino un reflejo del suyo. La misma palabrería dulzona con la que la había engatusado a ella. Supo entonces que el matrimonio de su sobrina sería un fracaso. Desde entonces vive con la agonía de pensar que ha sido un mal ejemplo para su querida sobrina. 

El tiempo le dio la razón. 

Poco después de la boda, su sobrina se quedó embarazada: una niña. Lo perturbador del asunto es que el marido de ella iba a ser padre, con otra mujer, al mismo tiempo: un niño. La sobrina de la Liseta recogió lo que le quedaba de dignidad y se vino a España. Tuvo a la niña sola. El marido apareció después. Durante una semana estuvo soltando sus ideas de triunfador, habló de mudarse a Miami y vivir su sueño con esa otra familia. Con las mismas se marchó. Ahora es padre de 3 niños. Su única hija la tiene aquí, a un océano de distancia. 

La Liseta se puso triste cuando me contó la historia y yo ya no podía estar más enganchada. Le daría un "¡bravo!" por haber luchado por el interés de la familia y haber sabido alejar a las personas tóxicas de su camino. Pero ella se sentía culpable porque al final su sobrina había elegido un mal hombre, y ahora estaba sola, con una niña que no conocía a su padre. Le dije: "sé que esto te va a sorprender, pero todo lo que le ha pasado a tu sobrina ha sido solo decisión suya". No podemos vivir esclavos de las decisiones que toman otras personas, aunque nos parezca que repiten nuestros errores. Vivir es pasar constantemente por el ensayo-error. Hasta que sale bien. 

Le di un pañuelo a la Liseta, se seco las lágrimas.
Me dio las gracias y nos abrazamos con la mirada. 

06 enero 2021

Punto y aparte

Primer propósito para el Año Nuevo, 2021
Tomar consciencia de todo lo que ya tengo.

A lo mejor tú también has llegado ya a la misma conclusión que yo: que nuestro trabajo, nuestra pareja o el dinero que tengamos en la cuenta corriente no define quiénes somos. En ese caso también cabría pensar que las pertenencias que tenemos en casa tampoco lo hacen si bien es verdad que nos encanta recopilar un sinfín de recuerdos, como un eco del pasado que fue... ¿mejor?

En estos días que andamos guardando los adornos de Navidad en su caja, metiendo el árbol en el trastero y los regalos... ¡donde quepan! me pregunto si somos conscientes de todo lo que tenemos. Porque, si no somos capaces de acordarnos de todo lo que tenemos guardado en los cajones de casa, cómo vamos a darnos cuenta de lo valioso que tenemos entre tú y yo

Este año, que tiene la obligación moral de ser mejor que su predecesor 2020, ha comenzado para mí como una hoja en blanco. Ya no tengo proyectos académicos mayores, ya trabajo de lo que quería donde quería, mi familia está bien (a Dios, gracias). Qué más puedo pedir(me). Solo puedo estar tremendamente agradecida por estas cosas sencillas o que, al menos, hacen la vida sencilla.

Como no se me ocurre ninguna inquietud más por el momento, creo que empezaré haciendo algo de limpieza (interior y doméstica) porque siempre ayuda conocer nuestras fortalezas para darnos cuenta de lo que nos queda por andar y aprender. Y allá iré. A lo desconocido, a lo oscuro, a los miedos.  

Feliz semana, feliz vuelta a la normalidad, feliz año.

15 diciembre 2020

Entre amigas

Aunque Olivia tenía 2 hermanas prefería contarle todo a su mejor amiga. 
Y ese mensaje que su novio le había escrito tenía que enseñárselo sin falta.
Así las encontré a ambas al llegar al centro: sentadas en el bordillo de la acera, muy juntas. Estaban mirando el móvil cuando me bajé del coche. Tuve que poner orden a todo el jaleo de bolsas que llevaba en el maletero y en aquel momento pude escuchar lo que compartían. 

- Mira lo que me pone… - decía Olivia.
- A ver - su amiga ponía toda su atención, arrimándose un poco más.
- Dice “nena, estábamos bien juntos pero ahora me siento un poco agobiado con todo esto” y pone “es mejor que no nos veamos más, pa darnos un tiempo” y “tengo que pensar”. ¿¡Cómo te quedas!? Yo flipo... en serio.
- Eso es una chorrada, ¿un tiempo para qué? Seguro que está con otra.
- Qué dices. - Olivia no quería creerlo.
- Cuando se ponen así es que está con otra.
- No lo veo. Está así desde que lo echaron del trabajo, lleva un tiempo más raro… pero todas las parejas tienen fases, tía. - Olivia negaba en rotundo.
- Ya, pero lo que no se encuentra en casa se busca fuera.
- A ver yo lo reconozco, que también tengo lo mío: todo el día trabajando en el centro, cuando llego a casa estoy reventada y encima tengo que cuidar del niño que tiene 5 años y no para… cuando llego al sillón, lo único que quiero es tomarme el tranquilizante y acostarme a dormir. - suspiraba en profundo, como de alivio.
- Tía, destrábate. No es culpa tuya, el que se lo pierde es él.
- Tú qué dices: ¿Lo llamo? - Olivia buscaba a la desesperada alguna idea.
- No.
- ¿Le mando un audio? - estaba desesperada.
- No, déjalo así… Si está con otra, que le aproveche. Si no, deja de agobiarlo y que se lo piense bien. Tú vales mil, ese no estaba pa ti.
- ¿Pero qué le pongo? - muy desesperada.
- Trae para acá…
- Ay, gracias tía.

Cerré el maletero, cargada de bolsas, y di al botoncito del mando que cerraba el coche mientras caminaba por la acera camino de la puerta del Centro de Salud. La verdad es que me quedé pensando después en qué respuesta se le habría ocurrido a aquella amiga para el que, intuyo, ya era otro desdichado ex-novio más. 

Con todo, me gustó pensar que, a pesar de todo lo que ha agitado este año 2020, el Mundo sigue siendo el Mundo gracias al corazón, que lo hace girar siempre. El que da Amor lo recibe de vuelta. Aunque no siempre de la misma persona. 


¡Feliz semana!

09 diciembre 2020

Cien postales

Fran dio con la caja de postales de los abuelos haciendo limpieza. 
Estaba vaciando unos cajones llenos de adornos de navidad y allí, detrás del tensiómetro, encontró la lata donde guardaba las postales de los abuelos. Desde que era niño recuerda cómo su abuelo, que trabajaba en Correos, se encargaba de que le llegara una postal de Navidad. No porque vivieran lejos, sino por la ilusión de Fran al recibir correspondencia. La postal llegaba siempre la semana de Navidad. Algunos años tenía música y luces, otras una acuarela famosa. Un año llegó una con la receta del bizcocho de la abuela. 

Su madre decía que era una tradición ridícula y que más valía que la ayudaran a pagar los materiales del colegio o el uniforme. Lo de verse solo un par de veces al año con sus padres nunca llegó a superarlo y por eso tenían una relación tan vacía. Fran, sin embargo, adoraba a sus abuelos y los relacionaba con la Navidad. Cada encuentro era especial, esas postales eran un granito de cariño, sellado y certificado. Su madre las hubiese tirado pero él siempre se resistió a hacerlo. Las guardaba en esa lata grande y oxidada de chocolates Cadbury. 

El año pasado, cuando las postales dejaron de llegar, Fran ni se dio cuenta. Estaba estudiando 1º de Medicina en Salamanca y no volvió a casa por Navidad. Prefirió quedarse allí… estudiando. En realidad, todo fue porque había conocido a la guapa Ana en la facultad y ella enseguida le había invitado a pasar la fiesta señalada en la casa de sus padres. Partieron juntos el fin de año universitario y después siguieron celebrando muchos más momentos entre los dos. 

Los abuelos de Fran tuvieron un accidente de tráfico en 2019 y por eso dejaron de llegar las cartas. Su madre no se lo había contado entonces porque sabía que se preocuparía y podía desconcentrarse de sus estudios. Justo ahora, cuando iba por el buen camino. Meses más tarde, cuando su madre le explicó lo que había ocurrido a Fran, él no supo si sería capaz de perdonárselo. 

Estos días de fiesta, Fran vuelve a sacar el árbol de Navidad en su escueto piso de estudiante en Salamanca. Tiene pinta de que lo va a tener complicado para regresar a casa este año. Tampoco sabe bien qué le espera cuando se reencuentre con su madre, si será otra vez el vacío. Así que se aferra a la lata oxidada y pasea la vista y las lágrimas por sus postales. 

Mientras tanto, su madre sentada en su cocina de Las Palmas, arrepentida, se enfrenta a una postal de Navidad que esta vez no piensa dejar vacía. Una o cien… ¡las que hagan falta!