No doy lecciones de humanismo; ni lo pretendo. Me gusta mirar mi blog y reconocer en él un esbozo de mi persona, con mis luces y mis sombras. Así que hoy te confiaré, entre tú y yo, lo sobre-protectora que he llegado a ser. No me resulta sencillo admitirlo, pero parece que es más fácil de llevar si lo escribo (me puedes comentar en cualquier momento si necesito terapia, ¡jeje!).
Pues sí. Sobre-protectora, ¿quién me lo iba a decir?
Pero te pongo en antecedentes primero y te cuento que a lo largo de mi vida (que vale, no ha sido mucho hasta ahora) mis amistades han pasado de 30 a 18, luego a 12, más tarde a 3 hasta verse reducido a 1. Me ocurrió en el instituto y también en la universidad. Como verás, no es que fuera una persona de afinidades compartidas. No, no es eso. Lo que ocurre es que con la experiencia nos volvemos selectivos. En mi caso ese proceso de selección requirió algo de discernimiento, un par de malentendidos, algunas decisiones difíciles y muchos capítulos cerrados al mismo tiempo.
Pero te pongo en antecedentes primero y te cuento que a lo largo de mi vida (que vale, no ha sido mucho hasta ahora) mis amistades han pasado de 30 a 18, luego a 12, más tarde a 3 hasta verse reducido a 1. Me ocurrió en el instituto y también en la universidad. Como verás, no es que fuera una persona de afinidades compartidas. No, no es eso. Lo que ocurre es que con la experiencia nos volvemos selectivos. En mi caso ese proceso de selección requirió algo de discernimiento, un par de malentendidos, algunas decisiones difíciles y muchos capítulos cerrados al mismo tiempo.
Todos necesitamos nuestro espacio, nuestra libertad de actuación y movimiento. Todos necesitamos equivocarnos y aprender. No es amigo aquél que evita que saltemos, sino el que nos echa una mano cuando queremos levantarnos.
Pero cuando quieres a una persona
resulta tan sencillo preocuparse...
No hay comentarios:
Publicar un comentario