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05 noviembre 2011

Knowing me, Knowing you

Cuando la historia nos lleva de los chicles al café. 

        Continuando con el material de estudio, nuestro relato sobre el amor entre libros continúa con un estuche estratégicamente situado, habilidosamente olvidado y casualmente recogido por mí. Sabía que era de este chico; el 'raro' que llevaba un mes viniendo a la misma biblioteca, sentándose en la misma mesa y estudiando las mismas 150 páginas; el que había tardado menos de una semana en pasar de un inocente "hola" al "perdona, ¿tienes un chicle?". Ahora me veía saltando al siguiente escalón de la historia pero ni un centímetro más elevada del suelo.

       Típico... se olvidó el estuche. Yo sabía perfectamente que era de él, ¿qué podía hacer? Sí, tal vez dejarlo donde estaba hubiera sido una brillante opción pero por esto de ser buena persona decidí no dejarlo abandonado en la mesa y me lo llevé conmigo. Se lo entregaría a la mañana siguiente. 

       Por si te lo estabas preguntando: sí, abrí el estuche. 


       Me sentí como se tiene que sentir un Residente de Cirugía de primer año; lo abrí, miré dentro y me dije "a ver que encontramos aquí dentro". Si hubiera visto el lápiz sin afilar, los bolígrafos destapados y la tinta ensuciando el material del estuche habría deducido que estaba frente al estuche de un chico cualquiera pero no fue así. Impoluto, ésa es la palabra. Los bolígrafos, subrayadores y el portaminas estaban bien tapados, no había restos de goma ni manchas de tinta. Miré de reojo al mío y al ver los post-its asomando con las puntas arrugadas, un rotulador sin tapa y un bolígrafo que hacía dos semanas que no tenía tinta sentí vergüenza me dieron escalofríos e hice un amago de recomponer mi propio estuche tirando a la papelera unas bolitas de papel que tenía dentro acumuladas. 

       Al día siguiente le devolví el estuche y me lo agradeció invitándome a un café. Acordamos ir a la cafetería sobre las 11.30 porque era la hora a la que mis amigas y yo tenemos acostumbrado hacer un descanso para desayunar antes de ir a clase. 

       10.40 "Estoy muerto de sueño, ¿te importa que vayamos ya?"
                   (Pues da la casualidad de que ni tengo hambre ni he terminado de estudiar)

       Por alguna razón él parecía estar desesperado por salir de la biblioteca y yo no pensaba quedarme a solas con él así que convencí (arrastré) a mi amiga K. para que viniera con nosotros. Finalmente fuimos. Él pagó mi café tal como había prometido y yo le di las gracias como correspondía. 

       Nos sentamos los 3 en una mesa, él estaba sentado frente a mí. Buscamos de qué hablar, claro que conocer a alguien por primera vez e intentar hacerle justicia no son dos tareas que puedas realizar en 15 minutos. Pero lo intenté a pesar de que, por alguna razón, no me sentía cómoda allí. Mientras yo revolvía el azúcar en el café aún muy caliente, él terminaba de beberse el suyo, ¿no tenía sensibilidad en la boca? ¡Estaba ardiendo! Mi participación en la charla se limitaba a un "ajam", un par de "¿sí?" y muchos "uhmm". Parecía que la conversación siempre tenía que girar en torno a él: lo que le había ocurrido, lo que compraba, el móvil que tenía, las clases que tenía, los libros que usaba... La charla empezó por nuestros móviles, pasó por la inutilidad ((sí, ya...)) del iPad, la competitividad entre compañeros y siguió con apagones de luz, ratones que se comen los cables del teléfono y lo frustrante que es no poder ver Sálvame Deluxe ((so what?)). Cuando hablaba, gesticulaba exageradamente y daba repentinos golpes en la mesa que llamaban mi atención no sin crear cierta ansiedad. Estaba inclinado sobre la mesa y, a pesar de estar al otro lado conseguía salvar la distancia entre él y yo con lo que no se me pasaba que estaba demasiado cerca.

       Tenía algo que no me gustaba... 

       Terminamos en la cafetería y mientras caminábamos de regreso a la biblioteca me dijo que si yo quería, podía darme su número de teléfono para estar en contacto ((¡No, gracias!)). Me saqué una mentira de la manga y me inventé una excusa. 


       Me gustaría poder decirte que estoy de acuerdo con que no hay que juzgar a las personas antes de conocerlas. Me gustaría poder creer esta gran verdad que una vez leí en el reverso de un sobre de azúcar y me pareció una premisa universal. Pero cada día vuelvo a confirmar mi teoría: Todos prejuzgamos a una persona antes de conocerla porque es casi totalmente... ¡inevitable! Algunos con más intuición aciertan; otros, se equivocan y cambian de opinión más tarde pero la cruda realidad es que a diario todos somos objeto de los prejuicios, las sentencias y las apelaciones. Con esto termino diciéndote que detrás de un chico que te parece un raro lo que hay es ¡un raro!.

¡Feliz noche!

29 octubre 2011

Perdona, ¿tienes un chicle?

Aunque no lo creas, todavía hay quien usa esta técnica para ligar en la biblioteca.
Y lo peor de todo es que funciona.
Recientemente me he visto envuelta por accidente en una loca historia de amor y romance en la facultad. Todo empezó porque dos de mis amigos (ya sabes que no me gusta señalar ···> K. y K.) decidieron un día hacer de cupido improvisado a tiempo parcial, ¡pero no para mí!   

Respecto a la parejita, tanto a él como a ella los conozco sólo de lejos y sólo de vista pero la opinión que ambos me merecen es bastante buena. Los dos estudian lo mismo pero en distintos niveles. Los dos estudian en la misma biblioteca y los dos están solteros. Ni él ni ella sabían de la existencia del otro hasta este momento. ¿No es excitante? Tan sólo hizo falta un empujoncito y se puso en marcha toda una enigmática cascada de reacciones y, más importante, sensaciones. Le explicaron a él cómo era ella y cómo podía encontrarla. "¿Y ya está?" pregunté yo escéptica. "Ahora hay que esperar..."- me dijeron, aunque para mí el término esperar sólo era aplicable a las orquídeas -"si él tiene interés se acercará a ella y le pedirá la hora o le preguntará cualquier cosa".
¿Surgirá el amor? Quién sabe. De momento, la flecha ha sido lanzada y todos contenemos la respiración mientras sigue en vuelo.  

Pero... ¿pedirle la hora? ¿en la biblioteca? ¡si hay un reloj al fondo que se ve perfectamente! Creo que mis amigos se quedaron un poco obsoletos en esto, ¿qué chico se acerca a una chica con tal pretexto? Te lo digo yo: NINGUNO. Nadie se te acerca y comienza una conversación con un "oye, ¿tienes un folio de sobra?" con intenciones que van más allá de conseguir una hoja de papel. Puede que publique en tu muro cuánto te quiere o te dedique un tweet porque cada día más somos capaces de empaquetar el @mor y otros abstractos en 140 caracteres, todo un reto. Pero dos personas pueden verse cada día durante meses antes de decidirse a empezar una conversación. Entre tú y yo, a veces puede ser... complicado.

Y además tengo el ejemplo perfecto para terminar de convencerte.

Hay un chico que estudia en la misma biblioteca que yo; nos vemos todos los días desde que empezó el curso y yo comencé a preparar mis exámenes. No le conozco pero eso no es obstáculo para ser educada y devolver el saludo cuando me dice hola al pasar por mi lado. La semana pasada estaba estudiando cuando en un momento determinado llamó mi atención y dijo "Perdona, ¿tienes un chicle?". Estaba claro que quería un chicle, ¿¿no??

¡Feliz fin de semana!