Cada día me sorprende más la lentitud con la que me descubro a mí misma. Parece que a medida que pasa el tiempo se abre mi apetito por todo lo nuevo. ¿Acabamos alguna vez de conocernos? Estos días he estado explorando bajo el agua. En la playa cerca de casa, con aletas, gafas de buceo y tubo casi parecía que sabía lo que hacía. Nadie notó que era la primera vez, salvo yo. Sumergida, nadie pregunta por mí, ni se fija en lo que llevo ni entabla conversaciones absurdas conmigo. Y hay tanto que ver... hay tanto bicho ahí abajo, es increíble. Bajo la superficie hay un mundo entero por explorar y ni siquiera nos damos cuenta. Para mí está cada vez más claro que no hay un "nosotros" estático, con cada experiencia crecemos un granito de arena más. Y cada día nos trae nuevas oportunidades de expandir la línea de nuestras limitaciones, si queremos. Por eso, precisamente, no dejamos nunca de conocernos a fondo entre tú y yo.
28 agosto 2013
27 agosto 2013
El mejor peor
Mi prima N. de 10 años me contó hoy cuál había sido el peor día de su vida.
Al parecer, el último día que tuvo clase de Educación física este curso, hizo mucho calor. Para colmo, la profesora hizo correr 10 vueltas al patio a todo el grupo. Me contó que algunos niños se escondían detrás de las escaleras, a la sombra, para que la profe no los pillara. Dijo que ese había sido el peor día de su vida. Yo estuve apunto de explicarle que a eso lo llamábamos "test de Cooper" y que no era dar diez vueltas al campo, sino correr durante 12 minutos sin parar y que yo lo había hecho unas cuantas veces en el colegio. Pero dudé de que eso entre ella y yo importara, se trataba de su peor recuerdo. ¿Cuál era el mío?
Esto no me llevó mucho tiempo pensarlo, fue la época en la que estudiaba Patología General de 3º de carrera, la primera y casi la última asignatura anual que hice en Medicina. Examinaban los profesores-catedráticos de Medicina Interna y era una prueba oral. Me había presentado al primer parcial en enero y había ido bien; el segundo en mayo fue mal y ahora tenía otra oportunidad de recuperar esa parte suspendida y no dejar en entredicho lo que sabía de la primera parte. Estaba tan nerviosa que no dormía, no comía, no vivía. Así durante días y días. La noche antes estuve llorando, había intentado convencer a mi madre de que no sabía nada, que estaba bloqueada, pero ella me decía que al menos fuera y lo intentara. Aquella mañana llegué como siempre, un par de horas antes de que empezara el examen. Subí al lugar previsto (la 6º planta del Hospital - Servicio de Medicina Interna) caminando, como si de esa manera pudiera alargar el tiempo que me quedaba antes de enfrentarme a Pato. Pero sólo era capaz de pensar en tirarme por alguna de las ventanas por las que pasaba; miraba por esas ventanas abiertas mientras imaginaba cómo sería la caída desde cada una de ellas. Me daba más miedo examinarme que asomar la cabeza en un sexto piso desde el que sólo se veía asfalto y las chimeneas sobre el tejado de las cocinas. Me dolía caminar, estaba temblando y pensaba que en cuanto leyeran mi nombre de la lista iba a vomitar la infusión de valeriana que me obligaba a beber en el desayuno. La gente que estaba allí para examinarse, no paraba de hablar y de parlotear con esa verborrea nerviosa y confusa de información cruzada que, antes de un examen, más vale no escuchar. Yo no quería ni oírlos, a nadie. Así que fui a sentarme en el hueco de las escaleras, justo al lado de la puerta de "el despacho", pensando en aquellas ventanas abiertas, y allí me quedé hasta que llegaron los profesores y empezó la prueba. No recuerdo una sensación peor que esta.
23 agosto 2013
Mientras tanto
Sigo pululando por aquí mismo.
Estas semanas de atrás he estado de viaje por Gran Canaria, visitando a la familia que tengo por allá. Ahora estoy de vuelta. Mañana me vienen de visita mi abuela y una de mis primas. Bueno, estoy bastante satisfecha con los desplazamientos si bien me han permitido escapar de las altas temperaturas, aunque en parte. Aún seguimos teniendo demasiada humedad para mi gusto.
Qué decir de las vacaciones salvo que se hacen cortas. El tiempo pasa volando y cada día cuenta. No he ido mucho a la playa, pero más que los veranos anteriores (que estaba de viaje) seguro. He hecho bastantes compras; las suficientes para no querer saber más de tiendas hasta... digamos, Diciembre del próximo año. Estando en Gran Canaria encontré varias tiendas con libros de segunda mano y pude hacerme con una bonita montaña de libros. No es problema, siempre hay hueco para los libros en mi vida y en mis estanterías. El libro estrella de este verano ha sido "El jinete de Bronce", de Paullina Simons. En un par de palabras: Rusia, II Guerra Mundial, amor imposible, helados de crème brûlée, trilogía. Fueron muchas páginas, mucho amor y algunas lágrimas. ¡Te lo recomiendo! También estuve en un parque de atracciones: pisé por primera vez las pistas de la bolera y jugué en ellas, recordé lo que era ganar al futbolín, pegué un par de corchazos con una escopeta en el campo de tiro, me subí al "barco pirata" donde casi abandono este mundo de manera involuntaria y súbita, sin posibilidad de escribir carta de despedida.
Luego, en medio del viaje, tuve una infección de orina complicada, con un dolor abdominal que me dejó K.O. y me consiguió un viajito al servicio de Urgencias y una semana de antibióticos. Ahora estoy mejor, pero todavía tengo reciente la imagen de estar retorciéndome de dolor en una silla de ruedas de Urgencias. Qué panorama, ¡jajaja! Para colmo al volver a Tenerife, me hice una herida en la planta del pie izquierdo y no puedo caminar normalmente. Estoy deseosa de saber qué me depara Septiembre, ¡por favor, no más antecedentes personales para mi historia clínica, gracias!
Descanso, calor, agua fría, móvil apagado, más descanso, noches en vela pasando calor, películas buenas y malas para ampliar mi catálogo de pelis vistas, helados, un libro tras otro en mi ebook, cañas y tapas... así es el verano que estoy disfrutando. Espero que estés donde estés, puedas decir lo mismo que yo, sin catástrofes médicas a ser posible, entre tú y yo.
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17 julio 2013
Vacaciones
Qué bien suena... Después de tanto examen y tanto trabajo, ya era hora de descansar. Al principio estaba un poco rara, por disponer de tanto tiempo entre tú y yo. No sabía ni qué hacer. Pero finalmente me rendí y busqué algo con lo que disfrutar: ¡verano! Con las hojas de lunes a domingo completamente vacías en mi agenda, para llenar con lo que quiera. No me busques ni me llames, lo más seguro es que esté en algún lugar sin cobertura... ¡Hasta pronto!
Playa de la Nea, Tenerife |
26 junio 2013
¡No tires el lápiz!
Mi hermana E. fue mi primera "hermanita pequeña" y la razón por la que pasé de ser una persona con rol estándar a hermana mayor. Ese momento se mantuvo en piloto automático durante algunos años hasta el punto de terminar apadrinando a mis amigos. Actualmente esto no es así porque he trabajado mucho en construir una barrera china entre familia y amigos. No son lo mismo. Hay excepciones claro está, en que una persona llega a ser tan cercana a ti que puedes considerarla como parte de tu familia. Pero eso, son excepciones. Por mis experiencias he aprendido que nada ata a un amigo contigo; esto en cambio sí ocurre en la familia. Por muy malo que sea lo que ocurra entre tu familia y tú, ellos están inscritos a ese vínculo primitivo de las familias. Podría romperse claro, pero yo trabajo muy duro para que no sea así. Los amigos, si se quieren ir, no tienen reparo en marcharse.
Todo esto no venía al caso, pero al menos te acerca un poco más a lo que opino de la familia en general. Lo que quería contarte es que yo recuerdo momentos puntuales de la vida de mi hermana E. por ser la primera vez que las hacía como cuando la bañaba, cuando guardaba todos sus juguetes, gateaba con ella, la ayudaba a comer o cuando la veía hacer las tareas de mates con mi madre. Recuerdo que mi hermana E. tenía la manía de tirar el lápiz al suelo cada vez que le tocaba hacer un ejercicio difícil. Claro, al tirarlo se le rompía la punta y más aún, la mina dentro del lápiz con lo cual, por mucho que lo afiláramos, terminaba por no poderse escribir con él. Era muy lista... Mi madre iba a buscar otro lápiz y ella salía corriendo. Hoy pensé en esto y me pareció razonable aconsejarte que, a menos que tengas una estrategia de escape, ¡no tires nunca el lápiz!
Con mi hermana E. (1997) |
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