26 junio 2011

Quoad vitam

Hoy leí estas palabras entre mis apuntes y me dije:  

¿Por qué nadie me dijo que no era saludable meterse en Medicina? ¡Por supuesto que puede conducirte a la muerte! (o algo peor: a la locura).

Luego volví por un segundo a revivir aquellos momentos de indecisión e ingenuidad que me llevaron a elegir esta carrera. Todavía no sé muy bien cómo ocurrió; pero sí sé cuándo empezó... Lo cierto es que nunca quise ser médico, ¡ni loca! Era B. mi mejor amiga del colegio, la que quería dedicarse a ello; su padre trabajaba en una farmacia así que supongo que sería "cosa de familia" o a lo mejor le gustaban las conversaciones a la mesa del tipo: "hoy vendí 4 cajas de aspirina, ¿me pasas la sal?" y "¿ah, sí? pues yo lo receté a 28 pacientes esta mañana, la sal no está aquí". A mí no me atraía mucho para nada la idea, aunque siempre me gustó (mucho) la Biología y la Química.

No, mi plan era ser abogada. Esto de la justicia lo llevo en la sangre y en el zodiaco; siempre lo tuve en mente hasta que me di cuenta de que era patológicamente sincera y desistí. Además, no quería pasarme el día peleando con gente que conocía ni poniendo la zancadilla a mis colegas de profesión (justo lo que he terminado haciendo y padeciendo en Medicina). 

Ya en el instituto, nos llevaron a las Jornadas de Puertas Abiertas de la universidad para que correteáramos por el césped del campus y dieramos un bocado al inminente futuro. Y...

     ¡Ahí me colé y en la charla me planté,
     coca-cola para todos y algo de comer!

Acabé en la charla de Medicina, entre otras. Un cardiólogo del Hospital Universitario la dirigió. Explicó los requisitos para acceder a Medicina y qué nos íbamos a encontrar allí, cómo era el sistema de enseñanza y (en parte) qué exigían. Se quedaron cortos. Ahora comprendo que 45 minutos no eran suficientes para explicar qué significa estudiar Medicina. Tampoco podría contártelo yo después de 4 años. Es algo que se tiene que experimentar; si no, no se puede llegar a comprender.

No sé lo que pasó entonces. Creo que aquel hombre supo hipnotizarme con ecografías y electrocardiogramas, porque una hora después salí de aquella sala totalmente convencida de que iba de cabeza para Medicina. De hecho, borré de mi mente toda idea de otra posibilidad. Había hecho una elección de corazón. Puro instinto, sin razón. Entre tú y yo, lo cierto es que la Medicina me enamoró (aunque esto no quita que haya amores que matan con dolor).  

¡Feliz tarde!

24 junio 2011

Custodia

       No doy lecciones de humanismo; ni lo pretendo. Me gusta mirar mi blog y reconocer en él un esbozo de mi persona, con mis luces y mis sombras. Así que hoy te confiaré, entre tú y yo, lo sobre-protectora que he llegado a ser. No me resulta sencillo admitirlo, pero parece que es más fácil de llevar si lo escribo (me puedes comentar en cualquier momento si necesito terapia, ¡jeje!).

       Pues sí. Sobre-protectora, ¿quién me lo iba a decir?

       Pero te pongo en antecedentes primero y te cuento que a lo largo de mi vida (que vale, no ha sido mucho hasta ahora) mis amistades han pasado de 30 a 18, luego a 12, más tarde a 3 hasta verse reducido a 1. Me ocurrió en el instituto y también en la universidad. Como verás, no es que fuera una persona de afinidades compartidas. No, no es eso. Lo que ocurre es que con la experiencia nos volvemos selectivos. En mi caso ese proceso de selección requirió algo de discernimiento, un par de malentendidos, algunas decisiones difíciles y muchos capítulos cerrados al mismo tiempo. 


       Supongo que es ha sido un camino tan largo y complicado dar con ese 1, que desearía poder agarrarlo con fuerza, guardarlo delicadamente en mi bolso y llevarlo conmigo para que no le ocurriera nada. Pero se me olvida que no hablamos de un número, sino de una persona. No puedo llevarla en el bolso sino caminar con ella mano a mano, siempre un paso por delante y sin dejar de guardarle las espaldas. Pero, ¿qué digo? no no... creo que esto no es lo correcto.

       Todos necesitamos nuestro espacio, nuestra libertad de actuación y movimiento. Todos necesitamos equivocarnos y aprender. No es amigo aquél que evita que saltemos, sino el que nos echa una mano cuando queremos levantarnos.

Pero cuando quieres a una persona
resulta tan sencillo preocuparse...   

21 junio 2011

Proposición indecente

       No creo en las casualidades. Para mí, las personas y situaciones que forman pieza a pieza el puzzle de mi ser, lo son por alguna razón en concreto. Con algunos recorro un camino durante largo tiempo; con otros, comparto apenas unos pasos pero con todos aprendo y me transformo. Soy una persona que cierra los capítulos viejos antes de empezar los nuevos; no dejo asuntos a medias; sé muy bien que dar marcha atrás no es una opción. Los tropiezos que he tenido me han enseñado esto. 

Pero... 
...A mí nunca me cuadran las ecuaciones matemáticas.

19 junio 2011

¿esto o lo otro?

A veces (sólo a veces) saber lo que quieres es complicado.
Tener que elegir es aún más difícil. Acertar, casi imposible. 

16 junio 2011

Sí, el jardín del vecino tiene lavanda, huele mejor y es más bonito

       ¿Por qué será? Tenemos que reconocer que de vez en cuando (más bien muchas veces) es inevitable echar un ojo al jardín del vecino. Sabemos de antemano que puede no gustarnos lo que veamos, pero aún así lo hacemos. Por qué puede no gustarnos es sencillo: él tiene tal, puede hacer cual...  

        "Bueno, no hemos estado tan bien como el vecino".. "tuvimos aquel problema y después no fue fácil coger el ritmo".. "él tuvo ayuda y yo no".. excusas, excusas. Hay que aprender que no sirve de nada compararse con los demás, ¡deja de buscar pretextos! Cada uno de nosotros ha recorrido unos pasos distintos a los otros y por esto, tiene un jardín diferente. No es ni mejor ni peor; sólo diferente.

       Por supuesto, resulta muchísimo más fácil externalizar nuestro posible conflicto, proyectándolo en la bonanza del vecino, llegando de esta manera incluso a pensar que "no es que yo me haya descuidado, sino que él tuvo suerte". No nos engañemos entre tú y yo de esta manera. Nosotros somos los responsables de la situación en la que nos encontramos; es nuestra vida y las que se encargan de la siembra son nuestras manos. Así que deja de ojear el jardín de al lado que el tuyo es el que importa. 

       Recogemos lo que sembramos: aprende a amar las rarezas y extravagancias que te distinguen de los demás, porque éstas son las que te hacen único y además, hacen florecer tu jardín.

¡Feliz Jueves!

15 junio 2011

Eclipsada

       Desde siempre me he sentido peculiarmente atraída por la Luna y sus misterios. Supongo que es debido a que me siento identificada con ella porque -al igual que todos, tiene una cara oculta, una cara secreta. Le gusta salir a hurtadillas por la noche y pone un toque de luz allá donde va.

       Por este motivo, no podía en un día como este, perderme yo el anunciado eclipse lunar (sobre todo en un momento tan señalado como hoy: cuasi fin de exámenes de junio), ¿cómo perdérmelo? No, no. Allí estuve yo encaramada a la hamaca, prismáticos en mano. Fue una bonita experiencia y me alegro de haber tenido la oportunidad de disfrutar de ella. Pero como mis ideas no me dejan de llover encima todo el día, al mirar con embelesamiento el fenómeno, tuve un chaparrón de cuestionable genialidad.

       Quiero creer que es una premisa universal: que el bien vence al mal así como la luz, a la oscuridad. Toma su tiempo pero incluso en la noche más oscura, podemos contar con un punto de luz.

        Ahora bien -siendo algo más realistas, lo habitual es que no todo sea negro o blanco en este mundo. Creo que sería más lógico esperar que hubiera término intermedio. Porque no podemos llenar nuestros días sólo con luz u oscuridad; porque no hay paz sin guerra; porque, entre tú y yo, en esta vida el equilibrio perfecto no es el claro ni el oscuro, sino el balance entre los dos.



De lunática a lunáticos,
¡Feliz noche!