Poco ha de trajinar la oscura sombra del desastre para que caigamos presa de las vorágines de la Vida. El impetuoso rugir de nuestras voluntades no es antagonista suficientemente fuerte para encauzar los reveses de las corrientes ni amansar el fluir de un cauce sin márgenes. Sólo el carácter impreso en nuestra persona es rival digno frente a tales desventuras. Pobre de aquel que se deje ahogar por los vaivenes de los ajetreos ordinarios pues, no es sino un infortunio que una persona no crea en el poder de su propia fuerza sin duda, encubierto bajo maleables capas de inseguridades. Bravo por aquel que sí vive para ver madurar el fruto de la paciencia y la sabiduría intrínseca al gran viaje de la Vida, destino él mismo de nuestra existencia. No es sino suyo el mérito y por tanto, el provecho, de una plenitud susurrada entre la brisa y las caricias del viento, que envuelve y acompaña a quien se hace dueño de sus virtudes y surca con pasión entre las mareas de sus propias sombras.
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Cola de huracán que pasó por las Islas Canarias, feb 2010 |
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