21 junio 2012

Mi propio agujero negro

Una vez me dijo mi amigo K. que yo tenía mi propio agujero negro, que cada vez iba atrapando a más gente.
La razón por la que dijo esto es sencilla: porque hay muchas personas que me caen mal. No suele ser así desde el principio; salvo por algunas excepciones que, sin tener motivo me llevan al rechazo. ¿Instinto? ¿Impertinente? ¿Prejuicos? Vale, lo que sea. El caso es que cuando esto ocurre, hago lo que yo llamo "pasar página". Me gusta bastante, le llegué a coger el truco rápidamente y hubo incluso una época de mi vida que era un continuo pasa-páginas. Esto no es natural. O sí. Porque según las leyes físicas de los agujeros negros, lo habitual es absorber materia (véase personas). Muy pocas veces he ido al rescate de alguien que se había perdido en las profundidades de mi agujero negro. Tengo poca paciencia, qué te digo. Y la poca que tengo, la alargo para llegar al máximo rendimiento en aquello que realmente merece la pena. Por eso es que a mí no me valen palabritas entre tú y yo como "podemos quedar como amigos" o "vamos a darnos un tiempo" o "no puedo darte lo que necesitas". Tampoco soporto la falsa modestia "ay, llevaba el examen fatal pero al final aprobé (nota=9'8)". Me resulta fácil desprenderme de la gente con la que no me siento cómoda o a la que no trago

¿Mecanismo de defensa? Ya te digo... y de ahorrar tiempo y energía cósmica.
Deb's own Black Hole

El hombre exigente y el in-exigente

La marcada dicotomía entre el hombre algo mayor y el hombre un poco joven se demuestra porque...  
El hombre exigente introduce una pregunta: "espera, responde a esto".
El hombre inexigente, pregunta: "entonces, ¿quedamos?".
Supongo que sabes identificar al mayor y al joven. No es difícil. En  ambas situaciones me he encontrado a lo largo de mi soltería voluntaria. Si te preguntas por los de mi misma edad te diré que, tras muchos años de cercana observación, me he convencido de que la generación del 89 no funciona correctamente, viene con algunas taras de serie. Bien sé yo de eso, hay cada elemento suelto por esos mundos... Eliminando a la generación alfa de la ecuación, nos quedan los jóvenes y los mayores. Y yo, a mitad de camino entre los dos, sin descartar a ninguno, me contento sabiendo que puedo ir en ambos sentidos del eje cronológico y encontrar un final satisfactorio en cada uno. 
Hasta que conoces al hombre en cuestión. Y te suelta una frase cualquiera de las de arriba; que les gratifica con un viaje al archivo de "contigo no, bicho, ¿cómo te lo digo?".
El problema no son ellos, soy yo. Porque a medida que se alejan de un rango de edad cercano al mío, las diferencias en madurez, objetivos y métodos se hacen más evidentes. No quiero una noche de grititos y risitas mientras se hace botellón (ya tuve esa época, jajaja) pero tampoco quiero hablar de nada que implique seriedad (=panico al compromiso). Una amiga me preguntaba el otro día "¿y qué es lo que quieres tú?". Entre ella y yo quedó un sincero "es que no lo sé...".
 

20 junio 2012

El bolso vintage

La vintage es una corriente que no alcanzo a comprender ni termino de captar. 

Mi amiga Y. sí que la entiende perfectamente. De hecho me parece que todo lo que lleve la etiqueta "vintage" esté hecho para ella pues sabe darle estilo a cualquier pieza. Y vaya si le sienta. La máxima extravagancia en ella queda en armonía y le confiere ese garbo al caminar del que sólo ella puede presumir. Pero yo... 

Yo, que me he recorrido las mil calles del barrio Vintage, que he saqueado sótanos con Chanel y recorrido Portobello Road hasta el final (ida y vuelta)... yo, sigo sin dejarme seducir por el bolso más vintage. En mi casa tengo una caja llena de cachibaches viejos que me parecen eso, viejos. Quizá la falta de visión me hace pensar en esas cosas más como piezas de colección que de vestuario. Aunque es verdad que no soy insensible a la moda y me gusta pasear por la calle a la espera de ser sorprendida por alguna prenda rara o, como me ocurrió ayer en un centro comercial, por un bolso de cocodrilo clásico en manos de una mujer joven. Fascinantemente curioso.

Entre tú y yo, me gusta pero no es para mí...   
Portobello Rd, London 2010

Qué bien se está...

... con tu mejor amigo. 

19 junio 2012

Orgullo y prejuicio

Con mi recién estrenado tiempo libre he decidido hacer algo de provecho. Así que ayer estuve un buen rato dando vueltas por Facebook. Eché un vistazo a las últimas actualizaciones de mis contactos, a las numerosas fotos de playa, excursiones y fiestas varias. Guau. Yo aún no he tenido tiempo de llevar a cabo mi plan de pasarme por la biblioteca a buscar el libro más gordo que encuentre (que seguramente será Los Pilares de la Tierra) y ya la gente ha hecho todo eso. Bueno, pero a lo que yo iba... resultó que entre las fotos de mis amigos encontré una cara conocida. 

Se trataba de una chica un curso mayor que yo, a la que, por motivo de estudios había visto mucho durante el último año: es la primera en entrar a la biblioteca cada día. Y no contenta con eso es la guardiana del silencio hasta que se marcha, bien entrada la tarde. Esto no me molestaría si no fuera porque aún conociéndome, me manda a callar igual que a una hormonada estudiante adolescente cuando comento algo con mis compañeros. Al principio no tenía motivos para ser tan antipática conmigo (y con todo el mundo) hasta que casi la atropello un día en el parking de Medicina. ¿Qué quieres? Salió a toda mecha detrás de una furgoneta con cristales negros. Meses y meses viéndonos a diario y nada, ni un triste hola. Quien dijo que el estudiante de medicina tiene espíritu comunicativo no conoce a esta chica. En la foto en la que la reconocí ni siquiera estaba sonriendo y eso que estaba rodeada de amigos. Tenía la misma cara estresada que llevaba siempre. Recordé la última vez que nos vimos: yo entraba a los servicios de la biblioteca (que asco de vida tengo) cuando justamente ella salía, casi nos chocamos. ¿Tú oíste cómo dijo hola? Porque yo tampoco. Será una de esas personas que no hablan con desconocidos ni conocidos. A lo mejor, inconscientemente, se aisla en su burbuja sin creer necesaria una mínima comunicación con el mundo exterior. A lo mejor, ella es así. Pero es que, por alguna razón, yo creía que eran características humanas la empatía y la simpatía. 

Lo más probable es que sea alguien excepcional y entre tú y yo esté sesgando su persona con mis comentarios pues nadie me manda criticar sin conocer. Pero es inevitable que sienta un cierto resquemor por su orgullo, que hiere el mío, cuando me parece ser invisible ante los ojos de alguien que, siendo como yo, se cree lo bastante alto como para no verme. Estoy aquí, gracias.