Todo esto pasa porque hoy es lunes. {Lo sé, tuve un pálpito esta mañana cuando me encontré una cucaracha danzando por la cocina. Se me escapó por los pelos y tuve que acabar rociando toda la cocina con baygon. Desastre. Lo peor es que por la tarde el bicho seguía desaparecido en combate. Espero que al menos esté muerto.}
A media mañana mi tutora siempre me insiste para que haga descanso, aunque ella no lo haga, y a regañadientes me fui hoy al office. Allí quedaban en un plato unas magdalenas resecas del viernes pasado (¿para qué las habrán dejado ahí?) y unas bolsas de cartón muy monas de un laboratorio (tampoco entendí qué hacían allí). Como presupuse que nadie se iba a comer las magdalenas, pensé en calentarme un fisco una de ellas en el microondas para ver si el efecto la hacía masticable. Sólo se me ocurre a mí. La puse sobre una servilleta y la metí en el micro. Cerré y puse a calentar. Sí, de refilón vi que la potencia estaba al máximo pero como el micro parecía viejo, no me inmuté.
Mientras aquello empezaba a rodar, miré los mensajes de V. mi coR del centro y le empecé a contar la batallita de unas señoras que se habían marchado de la sala de espera armando un alboroto. Lo típico de lunes. No habían pasado ni treinta segundos cuando me di cuenta de que a mi derecha estaba saliendo humo del microondas. Paré enseguida el cacharro y lo abrí. La magdalena ya no existía, lo que había allí era una piedra de carbón negro de la que salía mucho humo. Miré al techo y vi el detector de humo y corri a abrir las ventanas. Rápidamente eché mano de lo que tenía allí, las bolsas del laboratorio, y empecé a abanicarlas por todo el office como si fuera a salir volando. Épico. Menos mal que no había nadie allí para ver mi espectáculo torpeza.
Ilusa...
Tardé unos minutos en controlar la situación y conseguir que el humo se disipara. Luego me senté con pose de "aquí no ha pasado nada" al lado de una de las ventanas completamente abiertas mientras me comía unas galletas que había llevado yo misma. Al momento, entró la subdirectora del centro corriendo y diciendo "¿qué ha pasado con la cafetera?". Yo respondí "¿con la cafetera? nada". Deberían darme un Óscar. HUELE A QUEMADO EN TODO EL PASILLO. "Ah, eso... nada, que metí una cosa en el microondas pero nada, ya está controlado" dije mientras aún salía humillo de la papelera. Un momento antes había sacado la magdalena quemada del micro y la había metido bajo el grifo donde conseguí apagarla (¿se puede apagar una magdalena?). Luego la había tirado a la basura para no dejar rastro de mi delito.
Esperé un rato prudente para que corriera el aire (es el Sureste de Gran Canaria, será por viento...) lo suficiente como para que nadie se diera cuenta del olor o al menos, para que los que estaban esperando en la sala se hubieran metido en la consulta. Todas mis esperanzas fueron en vano. Al salir del office todo el mundo me miraba con cara de "sabemos que fuiste tú, quemaste algo" y arrastré mi paranoia hasta la consulta donde, nada más entrar, mi tutora me dice: "huele a quemado, ¿no?". Sí, fui yo. Le conté sobre mis esfuerzos por contener el pestazo a chamusquina pero era demasiado tarde, se había extendido igualmente por todo el centro. Mi coR V. me dijo que también se olía a quemado en la planta de abajo. Por favor, ¿qué más?. Para colmo dentro de nuestra consulta olía fatal. Me costó un rato darme cuenta de que era YO la que desprendía olor a quemado. El pelo estaba tan ahumado que parecía que acababa de salir de un asadero. La bata, directa a la lavadora. Tuve que pedirle a mi tutora colonia y rociarme con ella hasta que se me pasó la paranoia. Muérome.
¿Has tenido un lunes mejor que el mío?
¡Feliz semana colegas!