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03 julio 2012

Momentos sagrados

Soy la primera que disfruta de la compañía, de la charla y del nosotros. Pero francamente, mi vida de estudiante de Medicina sin pausa ni freno me ha enseñado que hay momentos que son sagrados. Uno de ellos es la comida; sin discriminar desayuno, almuerzo o cena. El tiempo para comer es algo intocable para mí y sin duda, no se apreciaría igual si no se come en silencio. A menudo mis padres invitan a comer a la trifulca y terminan debatiendo durante el almuerzo cuestiones varias que más de una vez acaban con más de un decibelio de la cuenta. Temas de trabajo, universidad, papeles varios, multas, vecinos... Yo me limito a escuchar y tragar con agua mis opiniones. Mi tiempo de descanso para comer a menudo es tan escaso, que poco bien me puede hacer malgastarlo discutiendo por asuntos que, frecuentemente me la sudan me afectan sólo de lejos. No han sido únicas las veces que me he visto obligada a comer de pie, a tomarme un café caminando o mordisquear un bocadillo en plena clase. Está claro que no se valora lo que se tiene hasta que se pierde (o se reduce considerablemente). Prueba una morbosa rutina diaria de 5 horas de pácticas, 3 horas de clase y otras tantas de biblioteca seguidas para que me entiendas... Verás cómo, la próxima vez que tengas un momento para sentarte a comer, no habrá nada imprescindible que decir entre tú y yo.
Pret A Manger, Trafalgar Sq, London

¿Adoptas a tus amig@s?

Un amigo me dijo que no podía evitar hacerlo con aquellos que más le importaban. Obviamente, no tengo problema en entender esa actitud, pero me rechinan los dientes al ver su resistencia a creer que eso no es lo más acertado. No exenta de complicaciones me he visto obligada a aprender a la fuerza, que no podemos apadrinar a nuestros amigos ni evitarles los errores.
Adopté completamente a mi mejor amiga hasta el punto de hacer las cosas por ella. 
Y ese fue mi mayor error; convertir mi rol de hermana mayor en mi actitud ante la vida y ante mi mejor amiga. No puedes vivir dos vidas, la tuya y la de tus amigos. Ni comenter el doble de errores, los tuyos y los suyos. Evitar el golpe de los demás, por mucho que los queramos, no es saludable para ellos. Porque al mismo tiempo que les evitas la caída, les privas de aquello que debían aprender mientras lo hacían. Sólo puedes estar a su lado; escuchar, no como un padre sino como un amigo, que es todo lo que ellos necesitan que seas. Puedes ayudar, pero no por tomar parte activa en el proceso de solucionarle los fregados vas a resolverle nada. Lo más probable es que termines tan liado por el asunto como tu amig@. En las contadas ocasiones en las que al intervenir resultes útil y consigas una victoria para ellos, serás el protagonista de su agradecimiento y quizá, su reconocimiento por un tiempo. Pero, sólo le habrás enseñado a darte las gracias. Y el mérito que debían saborear ellos al madurar, te lo llevas tú.
Mi amiga se acostumbró a cuestionarlo todo y a consultar(me)lo todo. Hubo muchas cosas que quise hacer por ella, porque la quería. Y las hice. La nuestra fue una amistad de desiguales. Ella me veía demasiado arriba y yo sólo era capaz de sentirme satisfecha por ser importante para ella. El día que todo termino entre ella y yo, se lo llevó todo. Mis triunfos, mis consejos y todo lo bueno que le había dado, dejándome ante la soledad que acompaña a las dudas. Sólo al caer de nuevo en el mundo de los mortales vi el error que había cometido.

02 julio 2012

Conversaciones unilaterales

No es fácil encontrar un (des)igual.
Voy salteando los días del calendario con un poco de prisa, sin fallarle al horario. Paso por los escaparates de la calle de la Oportunidad sin pararme, zumbando. Sueño, deseo, encuentro, degusto. A veces hallo algo que me atrae y me encamino hacia el interior del Quizá. Pero en esos barrios de dudosa credibilidad pocas veces suelo dar con un motivo que me retenga mucho tiempo. Y sin embargo, me encanta tener una buena conversación. Hacer reír, contar, ser escuchada... lo más placentero de esta vida. Ya dure una hora, un rato, un siempre. Pero debe haber algo que no soy capaz de percatar. Aún trato de encontrar la tara que debo tener. Porque no puedo ser muy normal cuando convierto el entre tú y yo en sólo yo. Hago el intento; evito dirigir cuanto digo pero en un periquete me encuentro de nuevo en el mismo punto: acabando mis conversaciones unilateralmente; siempre en primera persona.

Monólogo a la de tres, dos...

29 junio 2012

Panteón

Por cierto, el Taj Mahaj me parece precioso
Si no, mausoleo es lo que se está haciendo mi vecino de al lado. Porque no hay otra forma de llamarlo. Bueno, sí que hay otra manera, y es: "como rebajes un centímetro más la pared, te va a caer una denuncia". 
Todo empezó una agradable noche (sí, noche) de un viernes (sí, viernes) del pasado Mayo. Estábamos viendo una película en el salón. Estaba acabándose, así que tendrían que ser alrededor de las 11 de la noche. Entonces, empezaron los golpes en la casa de al lado. ¡Pum, pum, pum! Así empezaron y así continuaron al día siguiente; y al otro; y al otro. Al principio fueron fuertes. Tanto que, las figuras empezaron a caerse de los muebles por la vibración de la pared. Mi madre fue a hablar con él, o en este caso con los obreros porque por allí no había ni rastro del propietario. Él había cogido sus cosas y se había mudado a Acapulco (yo qué sé...) porque le molestaba el ruido. Esa fue la primera vez que mi madre se quejó. Esa misma tarde pasó por nuestra casa el propietario quien, por miedo a que llamáramos a los del Seguro amablemente, se ofreció a compensarnos económicamente por los desperfectos.
 
Mi madre empezó a tener más dolores de cabeza. Mi padre se propició unos cuantos viajes cabreado a la casa del vecino en diferentes ocasiones. Yo hacía todo lo posible por estar fuera de casa, cosa que no era difícil porque, estando en medio de exámenes, prácticamente vivía en la biblioteca. Ellos trabajaban a conciencia mañanas y tardes, sábados desde las 8 am y domingos desde las 9 am. Obviamente no se oían martillazos cuando había partidos de España (¡gracias Eurocopa!). 
 
La última vez que mi padre estuvo al lado, nos contó que el Señor D.L. había lijado toda la pared quitando el dibujo que tenía originalmente y había eliminado una pared para conectar el salón con el balcón. Luego había puesto el zócalo nuevo desde las habitaciones de atrás, por todo el pasillo y las estancias ampliadas. Cambió las puertas pero no se conformó con quitar las viejas y poner unas nuevas sino que modificó la estructura del marco también. Entre tú y yo: panteón. 
 
Esta semana terminaron las obras; un mes después. 
Ahora toca empezar a poner los cuadros nuevos (mierda, mierda, mierda).         
 

24 junio 2012

Momento glorioso

Es ése cuando tus padres se toman en serio que, tras 5 años en Medicina, ya tienes ciertos conocimientos con aplicación práctica. 
Y viene tu padre a pedirte que le mires el pecho porque tiene un catarrazo. Al fin tu familia reconoce que sabes algo más que un puñado de folios. Y hasta yo misma me sorprendo escuchando, haciendo un diagnóstico y pensando en un tratamiento. Ay, esas clases con el Dr. I. en las que entre tanta lista de cosas, daba información importante sobre catarros, gripe, asma, epoc, tos crónica... Entre tú y yo, hoy me siento un poco más cerca de lo que quiero y eso, no tiene precio. Algo me dice que pronto me encontraré como siempre he querido -con un fonendo en las manos.

¡Feliz Domingo!

21 junio 2012

Mi propio agujero negro

Una vez me dijo mi amigo K. que yo tenía mi propio agujero negro, que cada vez iba atrapando a más gente.
La razón por la que dijo esto es sencilla: porque hay muchas personas que me caen mal. No suele ser así desde el principio; salvo por algunas excepciones que, sin tener motivo me llevan al rechazo. ¿Instinto? ¿Impertinente? ¿Prejuicos? Vale, lo que sea. El caso es que cuando esto ocurre, hago lo que yo llamo "pasar página". Me gusta bastante, le llegué a coger el truco rápidamente y hubo incluso una época de mi vida que era un continuo pasa-páginas. Esto no es natural. O sí. Porque según las leyes físicas de los agujeros negros, lo habitual es absorber materia (véase personas). Muy pocas veces he ido al rescate de alguien que se había perdido en las profundidades de mi agujero negro. Tengo poca paciencia, qué te digo. Y la poca que tengo, la alargo para llegar al máximo rendimiento en aquello que realmente merece la pena. Por eso es que a mí no me valen palabritas entre tú y yo como "podemos quedar como amigos" o "vamos a darnos un tiempo" o "no puedo darte lo que necesitas". Tampoco soporto la falsa modestia "ay, llevaba el examen fatal pero al final aprobé (nota=9'8)". Me resulta fácil desprenderme de la gente con la que no me siento cómoda o a la que no trago

¿Mecanismo de defensa? Ya te digo... y de ahorrar tiempo y energía cósmica.
Deb's own Black Hole

11 mayo 2012

¿Cuál es tu etiqueta?

     Es un mal vicio ponerle etiquetas a las personas. 
     Por desgracia es un vicio que acostumbro hacer entre tú y yo

Últimamente me he dado cuenta de que, al encontrarme con alguien de mi pasado enseguida me viene a la cabeza un breve resumen -un flash, de cómo esa persona ha influido en mi vida. Lo que más me llama la atención es que, lo que recuerdo son, en su mayoría, las cosas malas. Eso que dicen (incluso yo misma) de que los pequeños momentos son los que cuentan, es pura mentira porque si en algún momento la cagaste, al fin y al cabo, la cagaste. Y es más fácil de recordar esto que mil pequeños momentos porque es más notable y menos numeroso. No son prejuicios pues no se prejuzga algo que se conoce.

Lo peor de todo es que estoy segura de que ellos, al igual que yo, van por el mundo repartiendo etiquetas. Me pregunto si ellos serán más benévolos que yo y si recordarán lo bueno que he hecho o se limitarán a emitir su veredicto. Me pregunto qué etiqueta llevaré yo.

Ay amigo, qué va a ser de mí...

30 abril 2012

Se está mejor en casa que en ningún sitio

Tiempo atrás daba lo que fuera por pasar cuanto más tiempo en la calle, mejor. Pero no sé si es porque estás demasiado tiempo fuera, por cansancio o por costumbre que terminas por desear volver al hogar, a tu casa y a tu rincón favorito. ¿Estaremos programados para eso? Entre tú y yo, tal vez todo se trate de un equilibrio y esta etapa hogareña que tengo no es más que la compensación por todo el tiempo que paso fuera. 

La gente que vive contigo es otra cosa. Los compañeros de piso puedes, en parte, elegirlos o domesticarlos. La familia... ya no tanto.

21 marzo 2012

Calypso

Queridos lectores, sé que habéis notado una ausencia...
No es que uno quiera esconder lo que está pensando. O sí. 
Nunca fui persona que se guarde más que los secretos ajenos. Y a veces ni eso. Yo soy persona hecha para la comunicación, en ambos sentidos. Por eso, las personas que me conocen saben que, cuando menos hablo, es cuando más tengo qué decir. Pero tal vez por eso de ser una persona reflexiva me lo guardo y lo arrimo a un lado hasta que más tarde puedo volver a darle vueltas al asunto. 

Ni qué decir tiene que las prácticas de medicina (y los exámenes, ya que estamos) limitan mucho el tiempo de musitación y contemplación. También dan mucho en lo que pensar. 

Hay experiencias que te cambian y cambian el modo en que ves tu vida; un mes de prácticas en Oncología resultó ser una de ellas. Y aunque no es mi intención desmenuzar aquí todos los entramados de mis inquietudes durante ese tiempo, sí diré que cada día que miro más de cerca la actividad de los médicos, aumenta el respeto que siento por esta profesión y todos los que con ella están relacionados. Asimismo, no es un misterio que la vida es muy corta, que la salud es lo más importante, que las enfermedades son malas y que el azar sí existe y no conoce sobornos.

En días como los recientes doy gracias porque de pequeña me dieran un balonazo en el patio del colegio y me hicieran lista. De otro modo no estoy segura de que hoy me sintiera tan realizada pues con el tiempo pocas cosas han venido ha completarme por completo. No es que esté insatisfecha del todo. Es simplemente que hay situaciones con las que te identificas más que otras y con las que te sientes mejor, te sientes . Como en mi caso ocurre al tener un volante en las manos, un fonendo en el cuello o al estar en Londres. Entre tú y yo, no quiero pensar qué podría ocurrir si algún día llego a juntar las tres...
Fantasías (eróticas y no eróticas) aparte, espero que en breve el polen del ambiente me haga despertar de este trance apático que estoy pasando. La primavera es demasiado bonita como para no enamorarse de las flores, de ti... ¡de todo!

¡Feliz Miércoles!

04 marzo 2012

18 vestidos

Inciso: A los que tenían dudas sobre mi paradero, les aseguro que sigo con vida. Hace un par de semanas empecé con las prácticas de Oncología Clínica. No es por quejarme pero me han tenido atada a una mesa trabajando más de lo aconsejable. En medio hubo parón por Carnavales y mini-vacaciones. Ahora continúo con las prácticas en Radioterapia mientras trato de llevar al día también esa asignatura pendiente que es la vida. 
***
La graduación de mi hermana E. se acerca.

Y por supuesto es motivo de alegría para todos, sobre todo para ella que despide el colegio después de 14 años para empezar un Bachillerato donde quiera que sea que la acepten. El único inconveniente es que seamos cuatro mujeres en casa, lo cual implica cuatro estilos diferentes, cuatro vestidos diferentes de cuatro colores, a ser posible, diferentes. La primera que solventó el problema fue mi hermana V. la pequeña, luego lo hizo mi madre. Yo tardé un poco más en encontrar el mío porque para variar mi nivel de exigencia era bastante alto. 

 
Estuve buscando en decenas de tiendas el traje perfecto. Caminé muchas horas sin tener una imagen clara de lo que deseaba. Sabía el color que quería y podía imaginar apenas el estilo... pero creo que, esperar que exista algo que tú diseñas a tu manera en tu cabeza, es pedirle demasiado a la vida. Así que bajas el listón y abres la puerta de la oportunidad a lo que encuentras por el camino. Y te pruebas unos cuantos, y muchos cuantos, ¿cómo si no, puedes decir si es lo que andabas buscando? Subes la cremallera, sales del probador, te miras en el espejo y caminas con él puesto. Con algunos te sientes más cómoda que con otros; algunos son mejor partido que otro. Pero, entre tú y yo, si en el fondo confías en que puedes encontrar uno como el que tú quieres, te quitas el vestido y sales de la tienda. Hay más tiendas.   

Soy una persona, a pesar de las apariencias, paciente. Exigente, pero que no pierde la esperanza de encontrar lo que busca. Tardé más que el resto pero lo que cuenta es que, al final, en un perchero lejos de la vista de los demás en una tienda de una calle poco transitada, encontré mi vestido. Y era tal como lo había imaginado y eso lo hacía perfecto.    

19 febrero 2012

La Gambada

Nada tiene que ver con la Lambada. Más bien con meter la gamba
Y lo del color rojo de la imagen... no va mal encaminado.

Resulta que había un chico y, para qué engañarte, me gustaba. De hecho desde que lo conocí hace bastante tiempo, me había llamado la atención y sospechaba que él podía tener cierto interés en mí. Pero por alguna siniestra razón, nunca habíamos conectado en un buen momento. O él tenía una relación con otra persona o yo estaba muy ocupada con los exámenes o la que tenía una relación era yo o el ocupado era él. Con los años se sucedieron todas estas situaciones, todos los caminos llevaban a callejones sin salida y, ya al final, desistí de albergar ninguna esperanza y lo olvidé. Hasta el otro día.

Quizá el aburrimiento, la irremediable soledad o la esencia del oportunismo hicieron que viera en él una respuesta positiva a mi reclamo. En menos de lo que me esperaba me vi atrapada en un carrusel de lo más dulce y excitante pero, al fin y al cabo, en vano. Porque no hay peor maldad por parte del destino que condenarte a terminar en el punto de partida. Como si no hubiera ocurrido nada ni hubieras aprendido nada por el camino. Así me sentí yo cuando, después de semanas de atenciones, caricias, cafés y palabras suaves contemplé como me eliminaban de un juego para un jugador, que encima no era yo. Amarme hubiera sido un error, me vino a decir. Ya... a ver, ¿qué iba a decir si no? Pues, cualquier chorrada como esta. 

Y, ¿recuerdas aquel post-it? Pues no era de él...  

Eso sí. Se las ingenió para, con una jugada magistral, tomar y llevarse consigo el favor de mi confianza y la amistad que yo, en un intento por acercarme a él, le había ofrecido. Creía que podía compartir sus secretos conmigo. Pero no hizo sino equivocarse al creer que podía coger sin dar pues el universo no es sino un equilibrio, al menos el mío, y sin unas proporciones justas entre tú y yo está destinado a no funcionar.


¿Qué me había pasado? ¿Cómo había podido picar tan fácilmente? No lo sé. Lo más fácil sería pensar que fui una tonta y que a los hombres no hay quien los entienda, en un amago de dar una excusa casi convincente. Puede que estas afirmaciones no sean del todo erróneas pero por querer creer que valgo algo más que eso diré que el corazón tenía razones que la razón no entendía

Ahora, con el ánimo hecho pedazos y la decepción bajo el brazo, veo cómo se aleja otro imposible no sin cierta satisfacción por albergar en mi conciencia la tranquilidad de saber que le brindé el beneficio de la oportunidad. Que sucediera o no ya escapa a mi control pues no está en mi poder determinar en qué medida las circunstancias me son favorables o no. Sólo podemos confiar en que la vida nos envíe algún día aquello que anhelamos y que, cuando aparezca, sepamos reconocerlo. 

30 enero 2012

El siguiente salto

Ya no recordaría lo último que te conté si no fuera porque aquí todo queda. 
Para aquellos que perdieron el hilo o algún tornillo por el camino, les cuento que acabo de superar la nueva forma de tortura legalizada -los exámenes de enero universitarios- y con excelentes resultados. Mm, puede que el 2012 sí que sea mi año. Pero, ¿dónde ha estado Deb todo este tiempo? ¿haciendo qué? ¿cómo? ¿con quién? ¿hay algún nuevo quién?


Pues mayoritariamente he estado bibliotecando con mis buenos amigos C., Z. y G. en la sala de estudios del TEA. Esto incluye fines de semana y días festivos. Esto implica toneladas de apuntes de Oncología Médica, Aparato Digestivo y Cirugía así como de Ginecología y Obstetricia. Esto supone muy pocas horas de sueño y una cantidad de cansancio inversamente proporcional. Las Navidades pasaron tan rápido como llegaron y tras descolgar el "Merry Christmas" de la puerta sólo quedó una larga y dura caminata hacia los exámenes. Primero el test de Oncología, luego el de Digestivo y finalmente el oral de Ginecología. Pasaban los días sin que pudiera hacer diferencia entre lunes o domingos; todos me parecían lo mismo. Había un marcado silencio en Facebook y consideraba afortunado el día que podía hablar con mis amigas aunque fuera sólo un rato. Empecé a considerar maquillarme como un lujo y mis flores... sin comentarios.


Amor... lo que se dice amor suena a esquívo en mi cabeza. De hecho, en un mes hay bastantes oportunidades para sufrir un flechazo profundo pero lamentablemente no hay tiempo suficiente como para conseguir una inicial. Será cuestión de volver a la biblioteca algún día para pillar desprevenido al sujeto del deseo leyendo el periódico en la sección de Hemeroteca (o en las sillas para viejos según mi amigo C.).  

Pronto empezó a sonar una nueva canción en boca de todos, con la ley SOPA y el posterior cierre de Megaupload como acordes principales. Ilusa de mí que creía que vería el final de Anatomía de Grey. Para colmo, a mitad de mes el antivirus de mi portátil decidió prejubilarse y darme la lata hasta que consiguió superarme y lo di por caso perdido. Es más, terminé por no llevarlo ni a la biblioteca porque hacía tanto ruido que parecía que tenía una turbina de un boeing 747, en vez de un portátil. La verdad es que a veces me dan ganas de...
¡No! Control... Como dice mi amiga Z. hay que probar ejercicios de respiración si hace falta aunque sinceramente, a mí eso sólo consigue asfixiarme más. Infusiones. Bolas chinas. Pastillas. Valeriana. Imaginar a la gente desnuda. Vitaminas. ¿A ti te funcionan? Porque a mí no. De hecho sólo pensar en presentarme a un examen oral es suficiente para que no pueda echarme nada a la boca durante 3 días. Qué malos son los nervios. Y por si presentarse al examen no te parecía poco, luego vienen los dolores de cabeza y las pesadillas residuales al terminar. 
En días como los recientes mi padre todavía me dice: "pero, ¿por qué coges tantos nervios si ya has hecho miles de exámenes?"
Sinceramente no lo sé, aunque lo intuyo. Es una reacción superior a mí, primitiva, como lo son el hambre y el sueño. He hecho cientos... no, ¡miles! de exámenes y aún así cada prueba es un reto mayor. En vez de aprender a saltar los obstáculos, y dominarlos, cada convocatoria es cien escalones más alto y angustioso. Supongo que se debe a que ya no hablo de Conocimiento del Medio ni tengo inmensos exámenes de 2 temas.
Los nervios ante un examen son una experiencia universal. Todo el que haya pasado por esta situación, todos los que han sido o son estudiantes, saben bien a lo que me refiero. Malas noches y peores días conteniendo el estrés, el cansancio y luego el insomnio, los dolores de cabeza, las náuseas, la gente que habla en la biblioteca (como yo), los escalofríos, las ganas de acabar con tu vida y la de los que hablan en la biblioteca, la incertidumbre, el malestar y, finalmente a veces, las lágrimas. Descrito así me suena a la idea que tengo de mis futuras Guardias de Residente aunque espero que no sean tan dramáticas.
Mi padre me dijo también: "Supongo que será porque te juegas más. Ocurre como con los paracaidistas, a mí me decían que cuanto más saltaban, más miedo tenían porque mayor era la caída".
Y con estas palabras me quedé. Porque me parecieron la conclusión perfecta para mis dos útimos meses, de los que gracias a mis amigos, guardaré muy buen recuerdo y porque, entre tú y yo, mi padre sabía de lo que hablaba.

¡Feliz salto a la Rutina!

15 enero 2012

Somos lo que somos y tenemos lo que tenemos

Excusa fea donde las haya
Justificación incompleta pero aceptable de nuestras limitaciones
Muy útil y recurrida a falta de querer dar una explicación mayor
Simplificación de disculpa para nuestras rarezas
La primera vez que me dijeron estas palabras me sonó a excusa fea donde las haya. Es más, la persona con la que hablaba era un profesor que iba justo de tiempo y de empatía. Nosotros exígiamos una explicación y una solución a un problema. Él se limitó a dejar caer esta sencilla justificación incompleta pero aceptable de nuestras limitaciones en la Universidad sin preocuparse de las reacciones que podría generar. Poco le importaban las respuestas de sus interlocutores, entre ellos, yo. Cuanto pudiéramos decir era en vano pues, para cuando nos dimos cuenta, él ya se marchaba. Me pareció un poco... no te voy a engañar, me pareció una canallada. Pero por lo general cualquier cosa que no me beneficie, me lo parece. Sobre todo cuando llevo razón -cosa que no ocurre con tanta frecuencia como me gusta pensar-.

Lamentablemente no siempre sigo mis propios principios y me traiciono creyendo que no doy a los demás lo que no me gusta recibir de ellos cuando la realidad es que aquellas palabras que en su momento rechacé me han servido como una excusa muy útil y recurrida a falta de querer dar una explicación mayor en varias ocasiones ya. Principalmente siguiendo a los por qués de mi vida. Ésos tan vitales en los que toca explicar a los demás cómo somos o por qué actúamos de tal o cual manera. Y eso que me gusta explicarme y dejar conocer al mundo cómo soy pero sinceramente, hay veces en las que la ilógica supera mi razón y tratar de definirme es como querer descomponerme en piezas que por separado no encajan. Por esto, muchas veces recurro a esas palabras canallas que uso como simplificación de disculpa por mis rarezas

No me siento orgullosa por ello ni por parafrasear al profesor C. que ha sido origen de tantos quebraderos de cabeza en mis días presentes y pasados pero, entre tú y yo, somos lo que somos y tenemos lo que tenemos

24 noviembre 2011

Un trueque justo

Hoy me gustaría contarte una de las historietas de cole que mi hermana V. me contó hace unos días.
El colegio de mis hermanas (que es el mismo al que fui yo) es privado, o medio concertado... bueno, lo que sea. El caso es que hay que pagar una cuota trimestral de material. De esta manera los padres pagan y los niños pueden pedir semanalmente lo que necesiten: bolígrafos, lápices, hojas de recambio y así. El procedimiento es siempre el mismo: el tutor de la clase se encarga de hacer una lista de pedido cada viernes y se entrega en la secretaría; luego, el lunes, cada clase recibe una caja con todo aquello que necesita. Claro que esto no siempre es tan bonito en la práctica como en la teoría. En la práctica puede que pidas 20 bolis azules y te den 10 cartulinas de colores o, como ocurrió en esta historia: nunca lleguen los bolis. En este último caso (de que no llegue el material) cada uno tiene que usar sus recursos durante toda la semana hasta el siguiente viernes y eso puede significar desde quitarle un boli a un hermano a encontrar uno casualmente en el patio o en el estuche del compañero. En caso de que la siguiente semana tampoco lleguen los bolis... Mejor no vamos a ponernos en ese supuesto. 

Lo que ocurrió era lo que ya seguramente sospechas: la clase de mi hermana se quedó sin bolis. Ahí tenían la excusa perfecta para no hacer ejercicios esa semana. Un profesor con más experiencia no se hubiera inmutado ante la falta del material y los chicos hubieran tenido que pillar un boli de alguna parte durante esa semana. Pero el profesor de mi hermana es nuevo (=inexperto, ingenuo). Y lo que hizo fue decirle a la clase ¡que les iba a conseguir bolígrafos a todos! y el gasto lo iba a sufragar él mismo.

Bolígrafo BiC cristal = 0'18 € x 50 unidades = 9 €

Bueno, está claro que no se dejó el sueldo... y esto calculado por lo alto. Pero lo más importante es que cumplió su palabra y al día siguiente apareció en clase con bolis para todos. Problema solucionado. Finalmente dijo que no mencionaran nada a otros profesores (y que le quedaban bolis de sobra por si alguien necesitaba más). Entre tú y yo, a lo mejor no era tan ingenuo: unos euros y consiguió meterse en el bote a todos... el profe nuevo pasó a ser ¡el héroe de los bolis Bic!

Lo que a mí me pareció más "¿eing?" fue lo que pasó a continuación. Incluso antes de que el héroe de los bolis hubiese tenido tiempo de actuar, V. uno de los chicos de la clase dijo en un grupito de gente: "chos, este profe sí que es bueno; vamos a poner 10 € cada uno y le compramos un iPad". El grupo de gente que lo escuchó dijo que ¡ni hablar! (=sensatos) mientras él siguió diciendo que iba a poner los 10 € (=bobo, necio, tonto, memo, idiota, alelado, ignorante, lelo, simplón, bobalicón, burro, mentecato, ñoño, tarugo, zopenco). A lo mejor tiene algo que ver en mi opinión el saber que la hermana mayor de V. fue compañera mía de colegio y no me caía bien. Pero a ver...

300-400 €
¿Un iPad? ¿en serio? Con ese dinero da para comprar muchos bolis ¡incluso tipp-ex!

05 noviembre 2011

Knowing me, Knowing you

Cuando la historia nos lleva de los chicles al café. 

        Continuando con el material de estudio, nuestro relato sobre el amor entre libros continúa con un estuche estratégicamente situado, habilidosamente olvidado y casualmente recogido por mí. Sabía que era de este chico; el 'raro' que llevaba un mes viniendo a la misma biblioteca, sentándose en la misma mesa y estudiando las mismas 150 páginas; el que había tardado menos de una semana en pasar de un inocente "hola" al "perdona, ¿tienes un chicle?". Ahora me veía saltando al siguiente escalón de la historia pero ni un centímetro más elevada del suelo.

       Típico... se olvidó el estuche. Yo sabía perfectamente que era de él, ¿qué podía hacer? Sí, tal vez dejarlo donde estaba hubiera sido una brillante opción pero por esto de ser buena persona decidí no dejarlo abandonado en la mesa y me lo llevé conmigo. Se lo entregaría a la mañana siguiente. 

       Por si te lo estabas preguntando: sí, abrí el estuche. 


       Me sentí como se tiene que sentir un Residente de Cirugía de primer año; lo abrí, miré dentro y me dije "a ver que encontramos aquí dentro". Si hubiera visto el lápiz sin afilar, los bolígrafos destapados y la tinta ensuciando el material del estuche habría deducido que estaba frente al estuche de un chico cualquiera pero no fue así. Impoluto, ésa es la palabra. Los bolígrafos, subrayadores y el portaminas estaban bien tapados, no había restos de goma ni manchas de tinta. Miré de reojo al mío y al ver los post-its asomando con las puntas arrugadas, un rotulador sin tapa y un bolígrafo que hacía dos semanas que no tenía tinta sentí vergüenza me dieron escalofríos e hice un amago de recomponer mi propio estuche tirando a la papelera unas bolitas de papel que tenía dentro acumuladas. 

       Al día siguiente le devolví el estuche y me lo agradeció invitándome a un café. Acordamos ir a la cafetería sobre las 11.30 porque era la hora a la que mis amigas y yo tenemos acostumbrado hacer un descanso para desayunar antes de ir a clase. 

       10.40 "Estoy muerto de sueño, ¿te importa que vayamos ya?"
                   (Pues da la casualidad de que ni tengo hambre ni he terminado de estudiar)

       Por alguna razón él parecía estar desesperado por salir de la biblioteca y yo no pensaba quedarme a solas con él así que convencí (arrastré) a mi amiga K. para que viniera con nosotros. Finalmente fuimos. Él pagó mi café tal como había prometido y yo le di las gracias como correspondía. 

       Nos sentamos los 3 en una mesa, él estaba sentado frente a mí. Buscamos de qué hablar, claro que conocer a alguien por primera vez e intentar hacerle justicia no son dos tareas que puedas realizar en 15 minutos. Pero lo intenté a pesar de que, por alguna razón, no me sentía cómoda allí. Mientras yo revolvía el azúcar en el café aún muy caliente, él terminaba de beberse el suyo, ¿no tenía sensibilidad en la boca? ¡Estaba ardiendo! Mi participación en la charla se limitaba a un "ajam", un par de "¿sí?" y muchos "uhmm". Parecía que la conversación siempre tenía que girar en torno a él: lo que le había ocurrido, lo que compraba, el móvil que tenía, las clases que tenía, los libros que usaba... La charla empezó por nuestros móviles, pasó por la inutilidad ((sí, ya...)) del iPad, la competitividad entre compañeros y siguió con apagones de luz, ratones que se comen los cables del teléfono y lo frustrante que es no poder ver Sálvame Deluxe ((so what?)). Cuando hablaba, gesticulaba exageradamente y daba repentinos golpes en la mesa que llamaban mi atención no sin crear cierta ansiedad. Estaba inclinado sobre la mesa y, a pesar de estar al otro lado conseguía salvar la distancia entre él y yo con lo que no se me pasaba que estaba demasiado cerca.

       Tenía algo que no me gustaba... 

       Terminamos en la cafetería y mientras caminábamos de regreso a la biblioteca me dijo que si yo quería, podía darme su número de teléfono para estar en contacto ((¡No, gracias!)). Me saqué una mentira de la manga y me inventé una excusa. 


       Me gustaría poder decirte que estoy de acuerdo con que no hay que juzgar a las personas antes de conocerlas. Me gustaría poder creer esta gran verdad que una vez leí en el reverso de un sobre de azúcar y me pareció una premisa universal. Pero cada día vuelvo a confirmar mi teoría: Todos prejuzgamos a una persona antes de conocerla porque es casi totalmente... ¡inevitable! Algunos con más intuición aciertan; otros, se equivocan y cambian de opinión más tarde pero la cruda realidad es que a diario todos somos objeto de los prejuicios, las sentencias y las apelaciones. Con esto termino diciéndote que detrás de un chico que te parece un raro lo que hay es ¡un raro!.

¡Feliz noche!

29 octubre 2011

Perdona, ¿tienes un chicle?

Aunque no lo creas, todavía hay quien usa esta técnica para ligar en la biblioteca.
Y lo peor de todo es que funciona.
Recientemente me he visto envuelta por accidente en una loca historia de amor y romance en la facultad. Todo empezó porque dos de mis amigos (ya sabes que no me gusta señalar ···> K. y K.) decidieron un día hacer de cupido improvisado a tiempo parcial, ¡pero no para mí!   

Respecto a la parejita, tanto a él como a ella los conozco sólo de lejos y sólo de vista pero la opinión que ambos me merecen es bastante buena. Los dos estudian lo mismo pero en distintos niveles. Los dos estudian en la misma biblioteca y los dos están solteros. Ni él ni ella sabían de la existencia del otro hasta este momento. ¿No es excitante? Tan sólo hizo falta un empujoncito y se puso en marcha toda una enigmática cascada de reacciones y, más importante, sensaciones. Le explicaron a él cómo era ella y cómo podía encontrarla. "¿Y ya está?" pregunté yo escéptica. "Ahora hay que esperar..."- me dijeron, aunque para mí el término esperar sólo era aplicable a las orquídeas -"si él tiene interés se acercará a ella y le pedirá la hora o le preguntará cualquier cosa".
¿Surgirá el amor? Quién sabe. De momento, la flecha ha sido lanzada y todos contenemos la respiración mientras sigue en vuelo.  

Pero... ¿pedirle la hora? ¿en la biblioteca? ¡si hay un reloj al fondo que se ve perfectamente! Creo que mis amigos se quedaron un poco obsoletos en esto, ¿qué chico se acerca a una chica con tal pretexto? Te lo digo yo: NINGUNO. Nadie se te acerca y comienza una conversación con un "oye, ¿tienes un folio de sobra?" con intenciones que van más allá de conseguir una hoja de papel. Puede que publique en tu muro cuánto te quiere o te dedique un tweet porque cada día más somos capaces de empaquetar el @mor y otros abstractos en 140 caracteres, todo un reto. Pero dos personas pueden verse cada día durante meses antes de decidirse a empezar una conversación. Entre tú y yo, a veces puede ser... complicado.

Y además tengo el ejemplo perfecto para terminar de convencerte.

Hay un chico que estudia en la misma biblioteca que yo; nos vemos todos los días desde que empezó el curso y yo comencé a preparar mis exámenes. No le conozco pero eso no es obstáculo para ser educada y devolver el saludo cuando me dice hola al pasar por mi lado. La semana pasada estaba estudiando cuando en un momento determinado llamó mi atención y dijo "Perdona, ¿tienes un chicle?". Estaba claro que quería un chicle, ¿¿no??

¡Feliz fin de semana!

26 octubre 2011

Mentes paralelas

Seguro que tú también conoces a alguien así. 
A veces nos encontramos con mundos paralelos al nuestro, inalcanzables. Son esas personas que aún queriendo que formen parte de nuestra vida nos abocan a los des-encuentros y las des-casualidades. Las vemos a nuestro lado y alrededor, caminando junto a nosotros durante un tramo del sendero al fin y al cabo, limitado. Son esas personas que ni te conocen ni dejan que las conozcas del todo, indescifrables. Puede que compartan contigo una hora, un fin de semana o cinco años pero al final podrás decir casi tan poco acerca de ellos como al principio. Son esas personas que escuchan lo que tienes que contarles y luego ellos no aportan nada suyo. Permiten que el espacio que se extiende entre nosotros se vicie con trivialidades, algún día bueno y no sé qué más. Son esas personas cuyo secreto mejor guardado es su verdadera identidad. Se refugian en la introversión y pasan por el mundo de puntillas. Lástima que las rectas paralelas no estén hechas para las intersecciones y lástima que las matemáticas sean tan exactas.